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Psicología de Grupo en el Básquetbol

Los procesos grupales

Autor: Eduardo de la Vega - 26/09/2006 - 13070 lecturas.


Psicología de Grupo en el Básquetbol"Compra del libro contrareembolso": lagloriadelbasquetbol@yahoo.com
 Autor del Libro: La Gloria del Básquetbol. Genealogía del Dream Team Argentino

Todo entrenador de básquetbol tiene una teoría del funcionamiento de su equipo como grupo. Es decir, aunque no lo sepa, el entrenador siempre responde a la pregunta sobre qué es un grupo y  elabora nociones y conceptos que definen una respuesta.

Existen, en principio, dos concepciones sobre el grupo y su funcionamiento. La primera de ellas entiende que un grupo está definido fundamentalmente por sus miembros, por las características psicológicas de los mismos. A esta concepción la denominaremos psicologista, puesto que sostiene que el grupo es la suma de las características psicológicas de las personalidades de cada uno de sus integrantes.

La segunda concepción sostiene que el grupo es otra cosa que la suma de sus partes. Según reza el axioma fundamental de esta teoría, ‘el todo es más que la suma de las partes’. En este caso las relaciones y la estructura del grupo se impone por sobre la existencia individual de las personas que componen dicho grupo. A esta postura la llamaremos grupalista.

Los entrenadores psicologistas buscan arreglar los problemas de grupo hablando o interviniendo a nivel individual. Los grupalistas prefieren las reuniones de equipo y los abordajes colectivos.

Sin duda, la concepción mas generalizada en el básquetbol es la primera   aunque muchas veces es matizada con elementos de la segunda. De todas formas, cualquiera de las dos concepciones presenta toda una diversidad de alternativas, especialmente, cuando se insertan en las distintas formas de liderazgo.

Las teorías psicosociológicas actuales conciben a los grupos pequeños como entidades psicosociales que poseen características y modos de funcionamientos específicos. Un grupo –desde esta perspectiva– se constituye cuando un conjunto reducido de personas que interactúan a través de un objetivo común, logran formar un aparato psíquico grupal.

Dicho aparato es una formación transindividual cuya construcción se opera con un doble apoyo: en los aparatos psíquicos de los individuos que lo componen, por una parte, y, por otra, en la cultura en la que está inserta el grupo y las representaciones que ésta proporciona.

Según D. Anzieu, el aparato psíquico grupal necesita, para constituirse, crearse una envoltura que delimitará el Sí-mismo del grupo, es decir, su interior, diferenciado del mundo exterior. Este Sí-mismo es el continente en el interior del cual va a activarse una circulación imaginario e identificatoria entre los sujetos.[1]

La estructura y el funcionamiento grupal dependerá del tipo de envoltura que el grupo construya. Existen diferentes versiones de la misma. En algunos casos, la envoltura está representada por la imagen de un sujeto que suscita la idealización y admiración de los integrantes del grupo. En otros, es el mismo grupo quien funciona como ideal asegurando el funcionamiento del Sí-mismo desde la propia cohesión de sus integrantes. A veces, esa envoltura es proporcionada por algún tipo de ideología o utopía (religiosa, política, deportiva, etc.)

En realidad, el Sí-mismo grupal se expresa siempre como una narrativa, especialmente, en la forma de mitos e ideologías. Tales narrativas están construidas por el mismo grupo pero tomando formatos aportados por el medio cultural/social.

Los grupos deportivos, en tanto tal, están atravesados por formaciones ideológicas y mitológicas específicas de la cultura del juego, las cuales son construidas y recreadas por los sujetos del grupo según los anudamientos singulares que podrán establecerse en su interior.[2]

Las narrativas grupales protegen a los grupos de ansiedades y tensiones que suelen surgir en determinados momentos de su funcionamiento, especialmente en sus comienzos. Además, constituyen el motor del trabajo del grupo aunque muchas veces son responsables de su paralización o destrucción.

El psicoanálisis –en su aplicación psicosociológica– ha estudiado los fenómenos que se producen en los momentos críticos del funcionamiento grupal. Durante el proceso de formación, o en otras situaciones significativas en las cuales se producen cambios, es habitual que surjan en el grupo sentimientos intensos de angustia –la mayoría de las veces no del todo conscientes– que tensionan su funcionamiento y obstaculizan su evolución.

Las ansiedades que se apoderan del grupo en tales situaciones se manifiestan de dos formas: como ansiedades persecutorias y ansiedades depresivas. Las primeras dan cuenta de una inquietud, de una angustia intensa por sentirse perseguido o atacado; las segundas de una inhibición que procede de una profunda tristeza. Ambas son la expresión –esencialmente inconsciente– de una situación actual del grupo que es vivenciada como peligrosa.

Miedo inconsciente a ser atacado por alguien o a perder algo valioso son los guiones que generan la tensión de los comienzos, o de otros momentos críticos del grupo.

En el básquetbol, como en todo el ámbito del deporte, estas ansiedades pueden ser amplificadas por las características mismas del dispositivo del juego. Ataque, amenaza, peligro, pérdida son significaciones habituales que en determinadas situaciones pueden trascender su sentido lúdico y ritual. Las inhibiciones o los estallidos agresivos que invaden a un jugador en los momentos claves de un partido no son otra cosa que las manifestaciones de una angustia difusa que traicionan su actuación.

La envoltura que protege al grupo permite que aquellos sentimientos transiten hacia un destino mejor. Los mitos, ilusiones, ideologías, utopías que construye un grupo para conquistar su cohesión e identidad lo alejan de la fragmentación, de la inmovilidad y de una posible destrucción.

También programan la potencialidad de su futura producción. La cohesión del grupo, su dinámica, potencia, productividad están fuertemente condicionados por la calidad y cualidad de los procesos de envoltura que constituyen el psiquismo grupal.

Cuando el grupo a podido formarse como tal, en función de una envoltura que lo protege adecuadamente, es frecuente que surja en el mismo un estado de bienestar, euforia y cohesión que denominamos ilusión grupal. La narrativa ilusionante puede surgir cuando alguna narrativa individual[3] se convierte en denominador común del grupo y permite el juego de las resonancias interindividuales y los consecuentes fenómenos de identificación.

Debemos precisar que en la constitución de la ilusión grupal –como también en las demás formaciones simbólicas de los grupos– no sólo participan los procesos psicológicos específicos del funcionamiento grupal sino también las determinaciones provenientes de los contextos sociales y culturales, junto a aquellas que aporta la institución.

Básquetbol, mística y dinámica grupal

Veamos un ejemplo de tales anudamientos, a propósito de una historia que concierne al básquetbol en la Argentina:
Entre las décadas del ’60 y el ’70, el básquetbol de Bahía Blanca estaba posicionado cómo el más poderoso del país. Sus equipos triunfaban en los campeonatos regionales, provinciales y nacionales, y sus jugadores integraban la selección nacional.

En esta ciudad del sur bonaerense el básquetbol monopolizaba el interés y la pasión de los bahienses quienes concurrían masivamente a los estadios, donde cada encuentro era vivido como una gran celebración. Bahía había sido reconocida como la “capital del básquetbol argentino” y los medios gráficos capitalinos construyero el relato mediático de aquella epopeya deportiva.

El equipo bahiense –protagonista de una época que quedó registrada en la historia del deporte en nuestro país– lograba triunfar como local ante equipos muy poderosos de Europa, Estados Unidos o del resto de América.

Se trataba de los mismos equipos que jugaban primero en la Capital Federal contra la selección nacional y luego lo hacían en Bahía Blanca. El caso es que estos equipos extranjeros –a veces se trataba de selecciones nacionales– vencían a la selección Argentina y perdían luego con el equipo bahiense.[4]

Nos interesa aquí señalar que los mejores jugadores del equipo bonaerense –sin duda, los mejores basquetbolistas del país en ese momento– formaban parte también de la selección nacional.

Resulta evidente que la diferencia en la productividad estuvo dada por la cohesión, la dinámica, la mística, el espíritu de aquél grupo de deportistas. Es decir, por la envoltura que ellos mismos construyeron pero que se nutría también de todo un contexto que respiraba básquetbol. Dicha envoltura –que aportaba cohesión y fortaleza al grupo– estaba constituida por mitos, ideologías, ilusiones, narrativas utópicas que trazaban una mística invencible y programaban su potencialidad.

A propósito del triunfo bonaerense en el Campeonato Argentino de 1972, la revista El Gráfico –el medio más importante en la historia del deporte en la Argentina– escribía en estos términos la crónica de aquella actuación:
 
“(...) Pero en el momento decisivo, cuando llegó el último y definitivo peldaño, eso que algunos llaman la hora de la verdad, Provincia volvió a ser el Provincia campeón. Y no importó que el plantel tuviera un hombre menos por la deserción sin reemplazo de Ugozzoli. Tampoco mermó la lesión en la rodilla derecha del Negro De Lizaso. No hubo contras y en cambio sí, en el momento culminante de la final, aquella vieja mentalidad ganadora volvió a decir ¡presente! Y volvieron las individualidades, se multiplicó la fe, apareció esa poca común condición de finalista, gobernó el oficio. En una palabra, reinó la mística de Provincia.” [5]
 
Historias como estas son comunes en todos los deportes. Las narrativas ilusionantes y los procesos de envoltura favorecen –en determinadas condiciones institucionales, culturales e históricas– la producción de grandes proezas deportivas.

El equipo argentina de fútbol campeón en el mundial de México ‘86, con Maradona en la plenitud de su virtuosismo y creatividad, o el dream team del básquetbol argentino que se consagró en Indianápolis y conoció la gloria en Atenas son –sin dudas– ejemplos famosos de narrativas utópicas e ilusionante en deporte.[6]
Jorge Valdano, en Sueños de Fútbol, describe el clima ilusionante y explosivo que se generó en aquel histórico mundial. Habían comenzado el torneo jugando contra Corea sin saber si eran capaces de ganar pero cuando jugaron la final con Alemania sabían que era imposible perder.[7]

Tal vez, una de las narrativas más ilusionantes en la historia del deporte argentino la haya dado la generación dorada del básquetbol nacional. Juan Pablo Varsky, uno de los periodistas deportivos de mayor prestigio en el ámbito local, ubica al básquetbol argentino, por encima de los campeones mundiales del ’78 y del ‘84 (fútbol), de la generación del voley del gran Hugo Comte y de las Leonas, como el mejor equipo en la historia del deporte argentino.

Resulta notable la caracterización que traza Varsky del equipo:

“Profesionales al cien por cien, nunca han perdido el espíritu amateur. Han ganado todo y todavía tienen hambre. A pesar del formidable crecimiento individual el todo sigue siendo más que la suma de la partes.”[8]
 
Sin duda, resulta sorprendente la cohesión, el espíritu de grupo, la solidaridad del equipo argentino. Con mayor razón, en tiempos en que el invividualismo feroz, el protagonismo extremo y la ausencia de horizontes comunes avanzan sobre el deporte y contaminan el lazo social.

La inmensa productividad de la generación dorada del básquetbol argentino esta vinculada, seguramente, con aquella reconocida mística grupal. Las certeras descripciones de una psicología popular –las cual no proviene sólo del periodismo especializado sino también de sus apasionados seguidores– sitúan aquello que es propio de este equipo, en tanto cristalización de una singularidad de grupo que emerge como espíritu colectivo y voluntad de triunfar.

En un trabajo sobre la genealogía del dream team argentino sostuvimos que no era posible situar las claves del éxito actual de nuestro básquetbol sólo en las transformaciones recientes que experimentó el mismo, ya se trate de la creación de la Liga Nacional o la diáspora de su elite.[9] Decimos allí, que aquel fuego sagrado remitía a la historia del básquetbol argentino, al espíritu asociativo que introdujo la cultura del inmigrante y la Asociación Cristiana de Jóvenes[10], al folklore del club, a los mitos, rituales, símbolos que fueron creados junto a una geografía del deporte, local, regional y nacional.
En Atenas e Indianápolis, también en Saitama, en los reductos más exclusivos del deporte mundial, habríamos asistido, según esta hipótesis, al retorno de aquella mística y de aquel espíritu asociativo que envuelve al básquetbol nacional.

Referencias:

[1] - Anzieu D.: El Grupo y el Inconsciente. Lo Imaginario Grupal. Biblioteca Nueva. Madrid. 1986. Pp. 14.
[2] - Más adelante, analizaremos algunas de estas narrativas específicas en el contexto de la formación de identidades y lazo social.
[3] - En realidad, se trata de fantasías que en gran parte son inconscientes.
[4] - Ocurrió hacia principio de los setenta con equipos de Estados Unidos, Brasil, Yugoslavia y México.
[5] - El Gráfico: Nº 2740. 11 de abril de 1972. Pp. 54. Debemos aclarar aquí que el artículo se refiere al equipo de Provincia de Buenos Aires, formado mayoritariamente por los mejores jugadores bahienses.
[6]  - Muchas hazañas menores pueden ser rastreadas en todos los niveles y modalidades del deporte. Por lo contrario, una gran cantidad de grupos e instituciones que no consiguen envolver sus prácticas en narrativas aglutinantes y cohesionantes pierden productividad, o –en casos extremos– se inmovilizan o encuentran su disolución.
[7] - Martín C.: Valdano. Sueños de fútbol. El País. Aguilar. Madrid. 1995. Pp. 42.
[8]- Varsky, J. P.: El Mejor Equipo en la Historia del Deporte Argentino. La Nación. 30 de agosto de 2006.
[9] - de la Vega, E.: (2006) La Gloria del Básquetbol. Genealogía del Dream Team Argentino. Homo Sapiens. Rosario.
[10] - La Asociación Cristiana de Jóvenes introdujo y difundió el básquetbol en la Argentina a partir de 1912.

http://www.portalfitness.com/Nota.aspx?i=686



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