| 
 
 
 | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
| 
			ENTRENAMIENTO
            FÍSICO EN EL ADOLESCENTE:
			UN
            TEMA DE SALUDActividad física, ejercicio y obesidad Carlos Saavedra , M.Sc. (Univ. Laval Canada) 
       | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
			
			           
          
          
			El aumento 
			en la prevalencia de obesidad en la mayoría de los países se ha 
			producido en forma paralela al aumento del sedentarismo, 
			fundamentalmente por los factores que engloba la urbanización. La
          asociación entre bajos niveles de actividad física y resistencia insulínica con resultado de hiperinsulinemia, es el vínculo entre la
          obesidad -  particularmente
          con predominio del depósito adiposo abdominal e intramuscular - con
          hipertensión, hiperlipidemia, diabetes tipo
          2 y enfermedad coronaria. Aún sin la presencia de obesidad, la
          inactividad física en si misma constituye un factor de riesgo
          independiente que predispone a enfermedades cardiovasculares y a otra
          serie de alteraciones metabólicas y osteomusculares. 
          La combinación de dieta y ejercicio acelera y/o aumenta la pérdida
          de grasa, preserva o aumenta  la
          masa magra y desacelera la disminución de la (TMB), de manera más
          eficiente  que la
          restricción energética de la dieta de manera aislada.  
          
			
			Algunos
          estudios aseguran que para
          lograr beneficios, la actividad física debiera generar al menos un
          gasto energético adicional diario de 200 kcal. Sin embargo, la
          abundante literatura en el área de la fisiología del ejercicio,
          permite aseverar que los beneficios del ejercicio se logran únicamente 
          cuando se mejora la condición física del sujeto, mientras que
          el gasto de energía por actividad permite acercarse al logro del
          balance energético.   De
          los beneficios más directos que produce el ejercicio en individuos
          obesos está la disminución de la presión tanto sistólica como
          diastólica en individuos hipertensos, también normaliza los lípidos
          sanguíneos, aumentando las HDL y disminuyendo los triglicéridos en
          los individuos con valores inicialmente altos y una mejoría
          significativa de la sensibilidad a la insulina.  
          
          
          
			Palabras
          Claves: ejercicio físico, gasto energético, sedentarismo
			
          
		
		            
      
      The increase in the prevalence of obesity has been associated with
      an increase in sedentary behavior; this is mainly due to the factors
      linked to urbanization. The association between a decline in physical
      activity and insulin resistance, is the link between obesity, especially
      the abdominal type with hypertension, abnormal lipids and heart disease.
      Even without obesity, physical inactivity in itself is an independent risk
      factor for cardiovascular disease. The combination of diet and exercise
      increases fat loss, preserves lean tissue and 
          reduce the decline of basal metabolic rate, more so than diet
      alone. The exercise benefits, are not only related to the amount of extra
      energy expenditure per day but, most importantly with an improvement in
      physical fitness. 
          In obese individuals with high blood pressure, the most direct
      benefit is the decrease in both the diastolic as well as in the systolic
      blood pressure. Exercise normalizes blood lipids, mainly through the
      elevation of HDL, reduces triglyceride levels and improves insulin
      sensitivity.   
		 
      
		Key
          words: Physical activity, energy expenditure, sedentarism.
		
          
                  
		
		 El
      aumento en la prevalencia de obesidad en la mayoría de los países se ha
      producido en forma paralela al aumento del sedentarismo asociándose a
      ésta como un fenómeno de causa efecto. 
			
			Dicha
          asociación sedentarismo - obesidad ha sido ampliamente demostrada. En
          Inglaterra, por ejemplo, datos poblacionales de 20 años, revelaron
          que la ingesta energética y de grasas no habían aumentado en ese período,
          sin embargo, la inactividad lo había hecho en forma significativa
          (1). Por otro lado, son  ya
          clásicos  los estudios
          que muestran una asociación entre el tiempo que los niños están
          frente a la TV con obesidad producida en ese período y en la vida
          adulta. Aún así, el grupo infantil normalmente es más activo que
          los adolescentes y adultos. En estos últimos y muy especialmente en
          las mujeres, la inactividad es parte del modo de vida actual (2,3).
		 La
      inactividad física representa mucho más que la ausencia de actividad, ya
      que generalmente se asocia a incrementos en el consumo de alimentos de
      alta densidad energética. La correlación entre horas frente a la TV y
      aumento en el consumo de alimentos de alta densidad energética, ha sido
      demostrada en todos los grupos etáreos (4). 
          
          
                  
La actividad física se puede definir como una acción que involucra la masa muscular y produce una consiguiente elevación en el metabolismo energético. El ser humano está genéticamente “programado” para esta función. En la utilización de la actividad física como un elemento promocional de salud, debe tomarse en cuenta ciertas consideraciones. En primer lugar, que los conocimientos actuales aportados por la fisiología del ejercicio requieren establecer una diferenciación entre actividad física, ejercicio y entrenamiento. La actividad física cotidiana o habitual usualmente no permite generar cambios o adaptaciones a nivel de células, órganos o sistemas corporales. El ejercicio físico es aquella actividad que puede o no estar dentro de parámetros o umbrales con efectos positivos para la salud. El entrenamiento físico es una actividad compuesta por ejercicios dosificados en volumen e intensidad que permiten mejorar los niveles de capacidad funcional del individuo en cuestión.
			
			El
          ejercicio dosificado puede caracterizarse por ser de una intensidad
          leve, que corresponde a actividades por debajo del 35% de la capacidad
          aeróbica máxima (VO2 max), el ejercicio moderado que se sitúa en un
          rango de intensidad entre el 35 y 75 % de la VO2 max 
          y el ejercicio de intensidad alta que está por sobre el 75% de
          la VO2 max.
Cada intensidad del ejercicio requiere en mayor o menor grado de sustratos fosforados (ATP, Creatina-P), glucídicos o lipídicos. Cada uno de éstos recluta tipos de fibras musculares diferentes, las cuales experimentan cambios intracelulares también diferentes, que modifican a su vez, a los factores centrales de manera diferente, alterando el perfil bioquímico del sujeto de manera aguda.
			
			           
          
          
			
			Como resultado del entrenamiento físico se producen diversas
          adaptaciones metabólicas que pueden ser ventajosas para el
          tratamiento de la obesidad en que básicamente el aumento del
          potencial oxidativo, es decir, la posibilidad de metabolizar grasas e
          hidratos de carbono de manera aeróbica, produce adaptaciones periféricas
          muy deseables. Dentro de ellas la más importante es el aumento de la
          sensibilidad insulínica (o la disminución de la resistencia a la
          insulina) presente al parecer en una alta proporción de las personas
          obesas. 
		
		 En
      muchos individuos, la asociación entre bajos niveles de actividad física
      y resistencia insulínica con resultado de hiperinsulinemia, es el
      vínculo entre la obesidad, especialmente la de tipo abdominal- con
      hipertensión, hiperlipidemia y enfermedad coronaria. La normalización
      del perfil metabólico (glicemia, perfil lipídico, tolerancia a la
      glucosa y sensibilidad insulínica) que se produce como consecuencia del
      ejercicio, permite la disminución de la morbimortalidad por estas causas
      (2-11)
			
			           
          
          El ejercicio, especialmente el de intensidad leve, produce un
          aumento en la sensibilidad a la insulina. Al comienzo del ejercicio
          leve, la lipólisis incrementa rápidamente en casi 3 veces,
          aumentando de este modo, la disponibilidad de ácidos grasos libres.
          Esto ocurre en todos los sujetos independientemente 
          de su IMC, ya que no se ha encontrado en ellos ninguna alteración
          a este proceso. En la medida que los programas de ejercicio leve a
          moderado facilitan la pérdida de peso, aún ejercicios de baja
          intensidad pueden mejorar la sensibilidad a la insulina a través de
          la pérdida de grasa corporal.  
          
			
			Al
          respecto debemos considerar que si bien la lipólisis se desencadena
          mediante la disminución de los niveles de insulina y un aumento de
          catecolaminas, esto no asegura una consiguiente metabolización por
          parte del músculo, ya que a estos niveles,
          celulares y mitocondriales, el transporte y la oxidación de los lípidos
          depende del estado o capacidad funcional de la célula muscular. El
          entrenamiento sistemático, aumenta los transportadores 
          de ácidos grasos al interior de la célula y también la
          densidad y actividad mitocondrial o enzimática oxidativa. 
			
			Por
          estos motivos, el estimulo de la actividad física con el fin de
          aumentar el gasto energético, no es suficiente para producir un
          aumento de la capacidad funcional antes descrita. Esto ocurre
          únicamente cuando los umbrales o niveles de ejercicio son lo
          suficientemente intensos para desencadenar la síntesis de proteínas,
          tanto funcionales como estructurales, que en definitiva son las
          responsables del aumento de los mecanismos oxidativos y también de la
          consolidación de los cambios de hábitos de actividad física.
			
			Estas
          variedades de ejercicio son una excelente forma de quemar grasa y
          aumentar la capacidad del músculo para utilizarla durante la
          actividad física. Esto es realmente importante ya que los obesos
          parecen tener una capacidad disminuida para oxidar grasa en el
          músculo esquelético, a pesar de que, como se mencionara
          anteriormente, su respuesta lipolítica al ejercicio puede ser
          adecuada (9,11). La cantidad y localización de los triglicéridos
          intramusculares tienen una alta correlación con resistencia
          insulínica.
          (12)
			
			           
          El efecto térmico de los alimentos es el aumento de gasto
          energético que se produce durante varias horas después de la ingesta
          de una comida y representa en promedio 10% de la ingesta energética.
          Su magnitud varía tanto con la cantidad como con la calidad de los
          alimentos consumidos.
			
			           
          En la obesidad frecuentemente el
          efecto térmico de los alimentos está disminuido ya que la capacidad
          de termogénesis parece estar negativamente asociada con la masa grasa 
          y el gasto metabólico basal, que se encuentran aumentados en
          obesos (12).
			
			           
          El efecto del ejercicio físico
          sobre la termogénesis ha sido estudiado con resultados poco
          consistentes, ello probablemente por la dificultad de independizar el
          efecto de las comidas del efecto de la composición corporal y del
          gasto energético producido por el mismo ejercicio (13).
			
			           
          Estudios bien diseñados que comparan sujetos obesos y delgados
          pareados por masa magra y cuidando que no se produzcan cambios en la
          composición corporal por efecto del ejercicio, han demostrado que el
          efecto térmico de los alimentos aumenta significativamente en los
          obesos insulino-resistentes después de una sesión de ejercicio el
          cual puede mantenerse hasta por 24 horas (14). 
			
			           
          En sujetos delgados el ejercicio previo no aumenta la termogénesis,
          posiblemente porque ellos generalmente tienen mejor estado físico y
          mayor actividad basal por lo cual probablemente están cercanos a su 
          "peak" de termogénesis en reposo (16,17).
			
			           
          Aún cuando una sesión de
          ejercicio puede aumentar  la
          termogénesis hasta un 40% en obesos, el incremento absoluto de gasto
          energético es pequeño. Sin embargo, en el largo plazo, ello puede
          contribuir a mantener el balance energético (16). Por otro lado, el
          empleo de un nivel de entrenamiento individual adecuado, con umbrales
          óptimos de acuerdo a la condición física del sujeto y ajustados
          para aumentar gradualmente la intensidad de las sesiones de
          entrenamiento, producirá un gasto energético adicional en el
          período posterior al entrenamiento. Esto implica 
          que los procesos de recuperación muscular y su balance de
          sustratos se hace a expensas de mecanismos oxidativos que elevan el
          metabolismo de reposo por varias horas después de haber ejecutado
          dicha sesión de ejercicios (15).
			
			           
          
          Uno de los aspectos que es necesario abordar respecto a los
          efectos del ejercicio físico en la obesidad, se refiere a 
          la composición de los sustratos que se oxidan 
          y la velocidad con que ocurre este fenómeno (19). En sujetos
          entrenados, el ejercicio no sólo produce un aumento de la oxidación
          de las grasas durante la ejecución del mismo, sino además hay un
          aumento de la oxidación en reposo. 
          Un aumento en la capacidad para oxidar grasas puede ayudar a
          mantener el balance de este macronutriente (y en consecuencia mantener
          el balance de grasa) con una masa grasa menor en individuos con
          predisposición a aumentar de peso.  
          
			
			           
          
			
			En sujetos de peso normal, los
          efectos que produce el ejercicio sobre la utilización de sustratos
          son bastante claros. En estos casos se produce una reducción tanto en
          la utilización de glucógeno muscular como en el nivel de glicemia,
          como asimismo un aumento en la oxidación de grasas. En individuos
          obesos aunque la evidencia aún no es concluyente, se ha podido
          observar en la mayoría de los estudios que la oxidación de grasas no
          varía como consecuencia del ejercicio de baja intensidad, que es el
          que por razones obvias se le recomienda a los obesos (19). Sin
          embargo, es necesario reconocer que a medida que aumenta la intensidad
          de los ejercicios, también aumenta la fracción de lípidos de la
          mezcla a metabolizar (20). 
			
			De
          estas observaciones se desprende la importancia de que en una primera
          etapa del plan de entrenamiento, el objetivo de este, sea el de
          aumentar la capacidad física del sujeto obeso, independientemente de
          la baja de peso y por sobre todo aumentar la tolerancia al esfuerzo ya
          que los sujetos sedentarios y obesos dependerán en gran parte de la
          energía de origen anaeróbico, con la consiguiente formación de ácido
          láctico lo que inhibe la glicólisis mediante la acción de éste
          sobre la enzima reguladora  que
          es la fosfofructokinasa (PFK) y por ende la capacidad de trabajo
          disminuye.
En la medida que la capacidad oxidativa del músculo aumenta, la producción de energía por intermedio de la actividad mitocondrial, produce una mayor cantidad de citrato, el cual también inhibe dicha enzima, bloqueando la PFK y disminuyendo la glicólisis y dando paso a la incorporación de lípidos a la mitocondria. Este proceso es paralelo y favorece la oxidación de grasa, ya que disminuye la formación de Malonyl CoA que es un inhibidor de carnitina (18).
			
			           
          La combinación de dieta y ejercicio acelera la pérdida de
          grasa, preserva o aumenta levemente la masa magra y previene o
          desacelera la disminución de la tasa de metabolismo basal (TMB), más
          efectivamente que la dieta sola (21-23). La mayoría de los estudios
          publicados aportan evidencia que el ejercicio es útil en la mantención
          de la masa magra. En pacientes que perdieron en promedio 10 kg. de
          peso, la pérdida de masa magra fue entre 1,7 y 2,9 kg. menor en el
          grupo con actividad física que en el grupo inactivo (23).
Además de este efecto protector sobre la masa magra, se ha establecido que el ejercicio acelera la pérdida de masa grasa durante la restricción dietaria, independiente de los cambios en la masa magra (24)
			
			           
          Estudios efectuados en personas
          sometidas a severa restricción dietaria muestran que la respuesta
          adaptativa de la TMB contra la pérdida de peso, contrarresta los
          efectos estimulantes del ejercicio sobre la TMB (7). Es por ello que
          la interacción entre ejercicio y restricción dietaria es mejor en
          condiciones de restricción dietaria moderada 
          que en severa, en la que tiende a desaparecer (23)
			
			           
          Dentro de las estrategias para mantener el peso después de
          haber conseguido una reducción, el ejercicio físico 
          constituye una importante herramienta (28). Se ha demostrado
          que un gasto energético de aproximadamente 1500 kcal por semana o más
          permite mantener disminuciones de peso significativas al cabo de 2 años
          (26). 
			
			Este
          fenómeno esta explicado por la mantención de la capacidad de consumo
          de oxigeno adquirida durante el proceso de entrenamiento. R. Shephard
          de la Universidad de Toronto, ha demostrado que un alto porcentaje
          (mas del 55%) de las personas sedentarias sometidas a los programas de
          actividad física tradicional (gimnasios), no adquieren efectos
          fisiológicos significativos por la falta de un mejoramiento mantenido
          de la condición física (25). Se ha fijado en 2200 kcal el monto de
          energía semanal que se debe gastar en entrenamiento físico para
          lograr los beneficios en la salud (discutidos más adelante). Este
          gasto debe provenir de un metabolismo aeróbico en un 60% y del
          metabolismo anaeróbico un 40%. 
          Estudios experimentales a nivel nacional, muestran cambios
          significativos en los perfiles de salud y mayor adherencia al programa
          de modificación del estilo de vida, cuando la carga de entrenamiento
          alcanza el 60% anaeróbico y 40% aeróbico (C. Saavedra 2000, VIII
          Congreso de Osteopatías y Metabolismo Mineral Oseo)
			
			Junto
          a una restricción dietaria, el componente fundamental en el
          tratamiento de la obesidad es el ejercicio físico, siempre y cuando
          sea llevado a cabo de una manera dosificada, sistemática y con cargas
          de trabajo adecuadas a la condición física de cada paciente obeso.
          La evidencia muestra que un balance energético negativo mantenido por
          varios meses, donde se incluye un aumento del gasto energético, 
          es mucho más efectivo en disminuir la grasa corporal. Además,
          se produce un aumento de la masa magra, que afecta tanto la TMB como
          el gasto total. Para lograr los beneficios mencionados, la actividad
          física debiera generar al menos un gasto energético adicional diario
          de aproximadamente 200 kcal, lo que equivale aproximadamente a 
          caminar unos 3 km a paso normal (6,7). Si se considera que un
          sujeto gasta aproximadamente 1 kcal /kg de peso/ km trotado 
          y 0.5 kcal por km caminado, un sujeto de 120 kilos gastara 60
          kcal por cada km que camine, es decir 180 kcal en 3 km. Esto sin
          embargo no es fácil de poder lograr en el sujeto con sobrepeso en una
          primera etapa de su plan de entrenamiento.
			
			           
          
          Considerando que la actividad física no es popular entre los
          obesos, esperar una disminución de peso significativa solamente a
          través de ejercicios intensos y de larga duración que produzcan un
          gran gasto energético es irreal y aún peligroso. Sin embargo, en el
          proceso es necesario introducir la práctica de ejercicios, de alta
          intensidad, adecuados a las capacidades individuales 
          y supervisado de manera personalizada, para que se logre
          acondicionar la estructura corporal, realizar los movimientos
          biomecánicos correctos y alcanzar los efectos metabólicos deseados.
          Aunque la prescripción de ejercicio de mayor intensidad se asocia en
          general a menor adherencia (27), Tremblay y cols. (20), demostraron lo
          contrario en obesos sin problemas cardiovasculares ni
          músculo-esqueléticos u osteoarticulares y con estilos de vida
          activos, donde fue factible incrementar la intensidad de la actividad
          paulatinamente hasta llegar a 70-75% del VO2  máximo. 
			 
          
			
			Para
          individuos obesos, lo más práctico es recomendar sesiones cortas (5
          min.) y frecuentes (>4 veces por día). El ejercicio puede ser de
          carácter continuo o intermitente. Este último, es más adecuado ya
          que se puede lograr un mayor gasto energético con una menor
          acumulación progresiva de ácido láctico. Aumentar la intensidad del
          ejercicio es importante ya que produce importantes beneficios, como
          reducción en la adiposidad, aumento del potencial oxidativo de los
          músculos, 
          reducción de la ingesta compensatoria post-ejercicio y un
          aumento de los efectos sobre la TMB (15, 20). 
			
			Cabe
          hacer notar que en todos los sujetos debemos considerar el fenómeno
          de entrenabilidad. Cada persona responde al entrenamiento de manera
          diferente aún frente a una misma carga de trabajo o nivel de
          entrenamiento. Estas diferencias se evidencian en el tiempo de
          respuesta (rápida o lenta) o en la magnitud del cambio (grande o
          pequeño). En las personas obesas se deben manejar cargas de trabajo
          que mejoren la calidad de las estructuras musculares y articulares, lo
          que implica ejercicios de sobrecarga o con pesos adicionales sobre
          diversas palancas, que permiten a su vez optimizar el entrenamiento.
          
			
			La
          intensidad, frecuencia y duración del ejercicio puede y debe irse
          ajustando de acuerdo a los progresos que el paciente vaya
          experimentando, con el fin de lograr un nivel de exigencia sostenido
          en el tiempo. Por ejemplo, si un paciente con el entrenamiento mejora
          su condición física  mediante
          una carga de trabajo del 60% de su VO2 máx, al cabo de algunos
          entrenamientos, esta carga podría equivaler a solamente un 50% de su
          capacidad aeróbica máxima anterior.Teniendo
          en cuenta los aspectos de entrenabilidad señalados anteriormente, se
          pueden ensayar algunos esquemas tentativos.  
          
			
			Opción
          I.
          La fase inicial cubre desde la 1a. a la 5a. semana. Inicia con
          sesiones de estiramiento, gimnasia suave y ejercicios aeróbicos de
          baja intensidad. La duración de la sesión de aeróbicos no debe ser
          mayor a 12-15 min. Este tipo de ejercicio producirá un gasto
          energético de ~200-300 kcal/sesión. La segunda fase es la de
          mejoramiento que tarda de 6-24 semanas y es caracterizada por un
          aumento progresivo de la intensidad, duración y frecuencia del
          ejercicio. En ciertos individuos en que la capacidad funcional es
          baja, la transición desde caminar a trotar podría ser lograda
          mediante el uso combinado de caminata/trote y progresando hacia un
          ejercicio de mantenimiento. Antes de incrementar la intensidad es
          necesario mejorar la duración. La tercera fase es de mantenimiento,
          los participantes deberán ejercitar al 70-80% de su capacidad
          funcional por al menos 30-45 min, con una frecuencia de  4-5
          veces a la semana. La forma de calcular la capacidad funcional es
          mediante la fórmula: 220 – edad. 
          Esta información permite calcular la frecuencia cardíaca a
          esperar en máximo trabajo cardíaco en obesos de ambos sexos. 
          Por ejemplo, una persona de 40 años tendrá una frecuencia
          cardíaca máxima de 220-40=180 latidos por minuto. 
          La forma apropiada de conocer la frecuencia cardíaca es
          mediante monitores de ritmo cardíaco y en ausencia de ellos, una
          forma fácil es tomar el pulso inmediatamente después de finalizado
          el ejercicio, reconociendo que se producirá una leve subestimación
          de los valores reales porque el pulso tiende a bajar al suspender la
          actividad (28,30).
Opción II. Este esquema algo mas elaborado, integra varios aspectos del entrenamiento y que recientemente están siendo aplicados en carácter experimental consiste en:
| 
					
					Etapa
                  1.- | 
					
					Medición
                  de la capacidad física y funcional 
					
					Clarificación
                  y  discusión del
                  diagnostico del nivel de aptitud 
					
					Planteamiento
                  de los objetivos inmediatos y mediatos 
					
					Plan
                  de ejercicios de exploración funcional | 
| 
					
					Etapa
                  2.- | 
					
					Aumento
                  de la capacidad funcional anaeróbica localizada 
					
					Aumento
                  de la capacidad anaeróbica general 
					
					Movilidad
                  articular con resistencia asistida | 
| 
					
					Etapa
                  3.- | 
					
					Aumento
                  de la capacidad funcional cardiorespiratoria , mediante el
                  control de frecuencia cardiaca considerando 
                  velocidad de adaptación, nivel de tolerancia y
                  velocidad de recuperación | 
| 
					
					Etapa
                  4.- | 
					
					Transferencia
                  del entrenamiento a las actividades físicas habituales. | 
| 
					
					Etapa
                  5.- | 
					
					Control
                  y supervisión de la capacidad metabólica y de la condición
                  física | 
| 
					
					Etapa
                  6.- | 
					
					Cuantificacion
                  de la capacidad física e incremento de la carga de trabajo. | 
			
			 
			
			Esta
          planificación de entrenamiento en pacientes obesos ha significado una
          mayor adherencia al plan y también efectos en calidad de vida
          reflejada en autonomía física del paciente a las 
          pocas semanas de haber iniciado el plan (ver fundamentos en
          Anexo 1). Por otro lado, variables plasmáticas como insulina y
          triglicéridos experimentan cambios positivos de manera
          significativa.(Saavedra, C. datos no publicados)
Conjuntamente al riesgo de salud que se asocia a una adiposidad general, se reconoce en la actualidad que la grasa visceral de tipo abdominal constituye un riesgo independiente de enfermedades cardiovasculares, varias dislipidemias y diabetes tipo 2. Respecto a la grasa abdominal, existe evidencia de que el ejercicio físico es efectivo en reducirla. Esta reducción es principalmente a expensas de grasa intraabdominal o visceral la que posee receptores y actividad lipolítica mayor que la adiposidad localizada en otras regiones (29) Estudios poblacionales han mostrado que hombres y mujeres físicamente activos, tienen una relación cintura/cadera inferior que sus pares sedentarios, mientras que estudios de laboratorio han confirmado que personas en buen estado físico tienen la lipólisis en reposo mayor que los inactivos (8).
		Por
          otra parte, es necesario destacar que la inactividad física en si
          misma constituye otro factor de riesgo independiente que predispone a
          enfermedades cardiovasculares.  Por
          lo tanto, el beneficio más directo es aumentar la actividad en
          individuos obesos y en ese sentido, la disminución que se produce
          tanto en la presión sistólica como diastólica en individuos
          hipertensos es un hecho comprobado.  
          Con ejercicio regular y sostenido, se han observado
          disminuciones entre 6-10 mm de Hg, cifra comparable a la que se
          obtiene con disminución de peso y restricción de sodio (30). 
		 
      
			
			El
          ejercicio físico normaliza los lípidos sanguíneos. En particular,
          eleva las lipoproteínas de alta densidad (HDL), siendo éste un
          factor importante ya que niveles bajos de HDL 
          constituyen otro factor de riesgo de enfermedades
          cardiovasculares. Este hecho hace que el coeficiente HDL/ LDL sea
          mayor y en consecuencia el riesgo cardiovascular también disminuya.
          Además, el ejercicio físico regular produce una disminución de los
          triglicéridos en aquellos individuos con valores inicialmente altos,
          a través de una mejoría de la sensibilidad a la insulina (6,12). 
			 
          
			
			Cabe
          destacar que los efectos benéficos descritos pueden producirse en
          forma independiente de una disminución de peso. Además, las
          respuestas sobre variables metabólicas como fue mencionado
          anteriormente, dependen tanto de factores individuales como de las
          características del programa de ejercicios. Dentro de los factores
          individuales  podemos
          mencionar factores genéticos, estado nutricional y grado de aptitud física
          mientras que influye también el tipo, intensidad y duración del
          ejercicio (31).
			
			Un
          hecho adicional  muy
          importante, en relación con los beneficios que proporciona el
          mantener una vida activa, es la asociación que se ha encontrado últimamente
          en varios estudios entre el nivel de capacidad cardio-respiratoria y
          la mortalidad general. En ese sentido, podemos mencionar un estudio de
          Blair y colaboradores en el cual participaron 25,341 hombres entre 20
          y 88 años los cuales fueron seguidos entre 1970 y 1989. Los
          resultados mostraron que los hombres con alta capacidad física,
          independiente del nivel de peso corporal (normal, sobrepeso u obesos)
          tuvieron una tasa de mortalidad 66% menor que sus similares pero con
          baja capacidad física. Los autores concluyen que aún cuando el
          ejercicio físico puede no producir una disminución de peso en todas
          las personas, se observan beneficios de salud adicionales, incluso en
          los que presentan sobrepeso (32).
		
		 En
          síntesis, la actividad física adicional a la habitual, que comprende
          ejercicios sistemáticos y dosificados, los que a su vez conforman un
          entrenamiento, representa para el ser humano y en especial para el
          obeso, un elemento adicional que junto a la nutrición adecuada forman
          los pilares fundamentales en la prevención y el tratamiento de este
          tipo de pacientes. Por otro lado, el sujeto sometido a entrenamiento físico,
          experimenta cambios tanto en su condición física como en su perfil
          metabólico, que a su vez lo protegen o disminuyen la probabilidad de
          enfermar o morir a causa de enfermedades crónicas, en comparación a
          sujetos semejantes pero en mala condición física.
			
			Los
          conocimientos aportados por la investigación científica en el área
          de la biología del ejercicio, permiten a los profesionales de la
          salud prescribir ejercicio físico en forma más responsable y
          evitando así dejar de lado una  efectiva
          posibilidad de mejorar y optimizar 
          tanto  programas
          preventivos como terapéuticos.
		1.     
          
          
		Prentice A.M., Jebb S.A. Obesity in Britain: gluttony or sloth?
          British Medical Journal 1995; 311:437-39
			
			2.     
          
          
			Bouchard C. Can obesity be prevented? Nutrition Reviews 1996;
          54 (4) part II: S125-S130.
			
			3.     
          
          
			Barlow C, Kohl H, Gibbons L and Blair SN. Physical fitness,
          mortality and obesity. Int J of Obesity 1995; 19 Supp4: S41-S44.
			
			4.     
          
          
			Rippe J. The role of physical activity in the prevention and
          management of obesity. JADA 1998; 98(10) Supp 2:S31-S39
			
			5.     
          
          
			Sallis J. Epidemiology of physical activity and fitness in
          children and adolescents.  Critical
          Reviews in Food Science and Nutrition 1993; 33 (4/5):403-408.
			
			6.     
          
          
			Saris WHM. Effects of energy restriction and exercise on the
          sympathetic nervous system. Int J Obes 1995; 19(supp 7):S17-23.
			
			7.     
          
          
			Lamarche B, Després J-P, Moorjani S y cols. Evidence for a
          role of insulin in the regulation of abdominal tissue lipoprotein
          lipase response to exercise training in obese women. Int J Obes 1993;
          17:255-261
			
			8.     
          
          
			Seidell J. Environmental influences on regional fat
          distribution. Int J Obes 1991; 15:31-35.
			
			9.     
          
          
			Tremblay A, Nadeau A, Després JP y cols. Long term exercise
          training with constant energy intake; effect on glucose metabolism and
          resting energy expenditure. Int J Obes 1990; 14:75-84.
			
			10. 
          
          
			Goodpaster BH., Thaete LF., Kelley D. Thigh adipose tissue
          distribution is associated with insulin resistance in obesity and in
          type 2 diabetes mellitus.. Am J Clin Nutr 2000; 71:885-92
			
			11. 
          
          
			Kelley DE. The regulation of glucose uptake oxidation during
          exercise. Int J Obes 1995; 19 (supp 4):441-S44.
			
			12. 
          
          
			Segal K, Lacayanga Y Dunaif A, Gutin B, Pi-Sunyer FX. Impact of
          body fat mass in  percent
          fat on metabolic rate and thermogenesis in men. Am J Physiol 1989;
          256: E573-579
			
			13. 
          
          
			Segal K.    Exercise
          and thermogenesis in obesity. Int J obes 1995; 19 (supp 4): S80-87
			
			14. 
          
          
			Segal K, Gutin B, Albu J, Pi-Sunyer FX.Thermic effect of food
          and exercise in lean and obese men of similar lean body mass. Am J
          Physiol 1987; 252: E110-117.
			
			15. 
          
          
			Tremblay A., Doucet E. Influence of physical activity on energy
          balance and body fatness.  Proc
          Nutr Soc 1999; 58,99-105
			
			16. 
          
          
			Segal K.    Exercise
          and thermogenesis in obesity. Int J obes 1995; 19 (supp 4): S80-87
			
			17. 
          
          
			Segal K, Gutin B, Albu J, Pi-Sunyer FX.Thermic effect of food
          and exercise in lean and obese men of similar lean body mass. Am J
          Physiol 1987; 252: E110-117.
			
			18. 
          
          
			Rasmussen B. Wolfe R. Regulation of fatty acid oxidation in
          skeletal muscle. Ann Rev Nutr  1999;
          19:463-484
			
			19. 
          
          
			Van Beak MA.  Exercise
          training and substrate utilization in obesity. Int J Obes 1999; 23
          (Supp 3):S11-S17.
			
			20. 
          
          
			Tremblay A, Doucet E, Imbeault P. Physical activity and weigth
          maintenance. Int J Obes 1999; 23 (Supp 3): S50-S54.
			
			21. 
          
          
			Flatt J-P.  The
          difference in the storage capacities for carbohydrate and for fat and
          its implications in the regulation of body weight. 
          Ann NY Acad Sci 1987; 499:104-123.
			
			22. 
          
          
			Wilmore JH. Increasing physical activity: Alterations in body
          mass and composition. Am J Clin Nutr 1996; 63(suppl):S456-S460
			
			23. 
          
          
			Saris WHM. The role of exercise in the dietary treatment of
          obesity. Int J Obes 1993; 17(supp1),S17-21
			
			24. 
          
          
			Reybrouck T, Vinckx J, Van der Berghe F, Vandershueren M.
          Exercise therapy and hypocaloric diet in the treatment of obese
          children and adolescents. Acta Pediat Scand 1990; 79:84-89.
			
			25. 
          
          
			Shephard R.J. Economic benefits of secondary and tertiary
          cardiac rehabilitation. Ann Acad med 1992; 21(1)
			
			26. 
          
          
			Epstein LH. Exercise in the treatment of childhood obesity. Int
          J Obes 1995; Int J Obes 1995; 19 (supp 7):S117-121.
			
			27. 
          
          
			Garrow J S. Exercise in the treatment of obesity: a marginal
          contribution. Int J Obes 1995; 19:(supp 4):S126-S129
			
			28. 
          
          
			Ewbank PP, Darga L, Lucas C. Physical activity as a predictor
          of weight maintenance in previously obese subjects. Obesity Research
          1995; 3:257-263.
			
			29. 
          
          
			Kamel
          E., Mc Neill G., Van Wijk M. Change in intra-abdominal adipose tissue
          volume during weight loss in obese men and women: correlation between
          magnetic resonance imaging and anthropometric measurements Int J Obes
          2000; 24:607-613
			
			30. 
          
          
			Geary N.  Pancreatic
          glucagon signals postprandial satiety. 
          Behav Rev 1990; 14:323-338.
			
			31. 
          
          
			Levine AS and Billington CJ. 1991. Stress, peptides and
          regulation of ingestive behavior. In 
          Stress, Neuropeptides, and Systemic Disease, eds J.A. Mc
          Cubbin, PG Kaufmann and CB Nemeroff 
          pp 327-339. San Diego Academic Press.
			
			32. 
          
          
			Blair S, Kohl H, Barlow C, Paffenbarger R et al. Changes in
          physical fitness and all-cause mortality. 
          JAMA 1995; 273: 1093-1098
			
			33. 
          
          
			Saavedra C. Efectos del ejercicio físico de alta y baja
          intensidad sobre la composición corporal. Congreso de Osteología y
          Metabolismo Mineral Oseo, Santiago, Agosto, 2000 (resúmenes del
          Congreso)
			
			34. 
          
          
			Saris W.H.M. Fit, Fat and Fat-free. Int J Obes 1999; 22:suppl
          2.
			
			35. 
          
          
			Lean M. Clinical handbook of weight management. Mailin D. Ltd.,
          London, 1998
			
			Anexo
          1.
(Lean,M., 1998)
| 
					
					
					En
                  relación a la ingesta energética: | 
					
					·       
                  
					actividad
                  de LPL en músculo y tejido adiposo 
					
					·       
                  
					composición
                  del tejido muscular y potencial oxidativo 
					
					·       
                  
					sensibilidad
                  de receptores del tejido adiposo 
					
					·       
                  
					capacidad
                  oxidativa de ácidos grasos y CH 
					
					·       
                  
					tipo
                  de grasas apetecidas 
					
					·       
                  
					lipólisis
                  del tejido adiposo 
					
					·       
                  
					mecanismo
                  de regulación del apetito   | 
| 
					
					
					En
                  relación al gasto energético: | 
					
					·       
                  
					metabolismo
                  basal 
					
					·       
                  
					respuesta
                  termogénica a los alimentos 
					
					·       
                  
					actividad
                  física espontánea | 
| 
					
					
					En
                  relación a la acción hormonal: | 
					
					·       
                  
					sensibilidad
                  a la insulina 
					
					·       
                  
					factores
                  de crecimiento 
					
					·       
                  
					hormona
                  de crecimiento 
					
					·       
                  
					actividad
                  de la leptina | 
			
			(Saris
          1996, adaptado por SaavedraC.)
| 
					INCREMENTO
                    DEL GASTO ENERGÉTICO   | *del metabolismo en reposo 
					*del
                    efecto termogénico de la dieta | 
| CORRECCION DE LA COMPOSICION CORPORAL | *perdida de tejido adiposo *conservación o aumento del tejido muscular *reducción del tejido adiposo visceral e intramuscular | 
| CONTROL DE LA INGESTA ALIMENTARIA | *reducción del apetito *reducción en la ingesta de grasas | 
| CAMBIOS HISTOQUIMICOS DEL TEJIDO MUSCULAR | *aumento de la vascularización *aumento del diámetro de las fibras musculares *aumento de la densidad mitocondrial *aumento del número de transportadores de glucosa *aumento de LPL | 
| MEJORIA DEL PERFIL LIPIDICO Y LIPOPROTEICO | *aumento de HDL, disminución de las LDL *incremento en la movilización y oxidación de grasas | 
| REDUCCION DE LA PRESION ARTERIAL | *mejoría en el control de la presión arterial | 
| INCREMENTO DE LA CAPACIDAD FUNCIONAL CARDIORESPIRATORIA. | *mejoramiento de la capacidad física y la calidad de vida | 
| EFECTOS POSITIVOS DE ORDEN SICOLOGICO | *secreción de endorfinas, sensación de bienestar | 
| 
 | 
| 
 | |||||
| Videos de Fitness y Deportes | |||||
| Síguenos en las redes sociales: | |||||
| 
 
 | |||||
| Publicite en PortalFitness.com - Whatsapp +34 674 240 234 | ||
| 
 | 
Publicite en Newsletter de PortalFitness.com que llega a 266.000 suscriptos. Más Info