El Stress "Epidemia del Siglo XXI
PARA INFOBAE, SUPLEMENTO
FITNESS
POR: PROF. SILVIA CHEDIEK
Directora General
de Instituto de Capacitación en Educación Terciaria
I.C.E.T. J. Chediek
http://www.silviachediek.com
|
El mundo en que vivimos es maravilloso, con sus
permanentes avances tecnológicos, científicos y la apertura de
nuevos horizontes que cada día parecen expandirse más lejos,
produciendo en nosotros una especie de atracción fatal, inevitable
hacia la ilusión de una vida mejor, de mayor confort y
posibilidades. Sin embargo, y a medida que los tiempos avanzan y nos
sumergimos en el siglo XXI, nuestra sociedad occidental se aleja
cada día más de la posibilidad de lograr lo que tanto ansía: paz
interior, armonía, equilibrio psico-emocional, ¿por qué? Porque vive
sometida a permanentes tensiones producidas por el ansía
incontrolable de progreso, la lucha por el cargo ambicionado, la
crisis de valores afectivos y familiares, la temeraria supervivencia
de los conflictos armados, la inseguridad en las calles, el
enloquecido tránsito, entre otros muchos factores, son los
desencadenantes de lo que el Dr. López Rossetti llama la “epidemia
del tercer milenio”: el estrés.
El estrés es un enemigo insidioso, astuto,
oportunista, y en este alocado vivir en el que estamos inmersos,
cuando nuestra capacidad de respuesta no alcanza a contrarrestar el
peso de lo que interpretamos como amenazas, su presencia se
convierte en un formidable obstáculo contra la calidad de vida,
minando en toda su extensión nuestra posibilidad de lograr una vida
plena y armoniosa, produciendo temibles consecuencias, como lo es
la enfermedad, tanto física como psíquica.
De todos modos y tal vez porque somos una creación
perfecta y maravillosa de recursos infinitos, claudicar ante el
estrés no sería más que una actitud suicida, ya que como seres
humanos, poseemos dentro de nosotros, el arsenal con el cual
combatir y vencer al enemigo, pero para ello es necesario que
primero lo conozcamos, tanto en su naturaleza como los caminos y
atajos que toma en sus ataques.
Conociendo al adversario
El término estrés se aplica generalmente a las
presiones que las personas tienen en su vida diaria. Se manifiesta
como una descarga en nuestro organismo producto de la forma en que
el individuo percibe la realidad y cuya intensidad y duración
variará de una persona a otra y tendrá mayores o menores
repercusiones de acuerdo al estado psicofísico y la historia
genética de cada persona. En este proceso se involucran casi todos
los órganos y sistemas del cuerpo. Por ello, podemos afirmar hoy en
día, que el estrés es la raíz común de numerosas enfermedades y
afecciones, tanto físicas como psicológicas, entre ellas las
cardiovasculares, respiratorias, digestivas, neurológicas,
inmunológicas, endocrinas, sexuales, etc., que en etapa temprana
disminuyen notablemente nuestra calidad de vida y eficiencia
individual, pero que una vez instaladas pueden ser el peor enemigo
de nuestro bienestar y salud integral. Más aún, la felicidad misma
es incompatible con el estrés. Somos una unidad psicosomática donde
cuerpo y mente funcionan relacionados entre sí, interactuando
constantemente en una suerte de danza cuya armonía debemos cuidar.
Esto implica que somos responsables y de nosotros depende, en buena
medida, mantener el estrés dentro de los límites aceptables.
Aprendiendo a percibir la información que nuestro cuerpo y mente nos
envían, podemos imaginar una especie de tablero de instrumentos del
cuerpo que, a semejanza del que encontramos en un automóvil, nos
brinda toda la información necesaria para conocer nuestra condición
frente al estrés en cada momento y al detectar que éste resulta
alto, implementar simples técnicas de control.
Cómo se produce el estrés
El estrés es un componente normal de nuestra vida,
más aún, es necesario para disfrutar de ella. No hay vida sin
estrés. El único lugar donde no existe el estrés es en la paz de los
cementerios. Estrés es sinónimo de vida. Pero al igual que el
colesterol, encontramos un estrés bueno y un estrés malo. El bueno,
también llamado eustrés, es aquel que nos ayuda a mantenernos alerta
y en condiciones de enfrentar desafíos y cuyo nivel de acción no
genera trastornos en el organismo. Pero, como contrapartida, está el
estrés malo o distrés. En éste, la intensidad y la perdurabilidad de
la activación originan un sinnúmero de alteraciones físicas y
psicológicas.
Estrés bueno = eustrés
Estrés malo = distrés |
Por lo tanto, el estrés es una cuestión de
intensidad y de tiempo. Alguna vez fue comparado con la cuerda de un
violín: tiene un punto exacto de tensión en el que suena
correctamente, más allá del cual comienza a sonar desafinadamente y
luego se rompe.
Existen dos tipos de factores que pueden producir
estrés : a) Estímulos Externos: problemas económicos, familiares,
exceso de trabajo, temor, pérdida de un ser querido, de un trabajo,
una mudanza, ect. y b) Estímulos Internos: pertenecen al dominio
psicofísico del individuo, como por ejemplo, un dolor intenso, una
enfermedad, sentimientos de inferioridad, problemas sociológicos,
entre otros.
Pero si los estímulos fueran para todos iguales,
todos estaríamos estresados o no de la misma forma.¿Qué marca la
diferencia entre una persona y otra? La forma en que cada uno
percibe la realidad. Podemos consensuar que hay ciertos hechos o
circunstancias que a la mayoría de los humanos de hoy en día nos
afectaría en mayor o menor medida a todos por igual, tal el caso de
la muerte de un ser querido, un divorcio no deseado, incluso una
mudanza. Sin embargo, la forma en que cada uno de nosotros nos
pararemos frente a estas situaciones es, sin duda, diferente y esto
está directamente vinculado a la forma en que percibimos el mundo
que nos rodea, en las construcciones lingüísticas que hacemos a
partir de las mismas y la manera en que le conferimos sentido a las
cosas que nos suceden.
De Lucy a Charlie
La misma función orgánica del estrés de los homínidos
de hace más de cuatro millones de años, se encuentra intacta en el
hombre moderno. La diferencia se llama civilización. Nuestro entorno
es diferente, nos puso a salvo de los grandes depredadores pero nos
dejó expuestos a las pequeñas y repetidas agresiones cotidianas. En
esa frecuencia, en esa continuidad, reside la diferencia.
Hace cuatro millones de años, Lucy se alimentaba tranquilamente
cuando una amenaza que prometía acabar con su vida, activó el
sistema de alarma, activó su sistema de estrés y todo su organismo
se condicionó para luchar contra la fiera o para huir de ella. Se
preparó para salvar su vida. En segundos, su cerebro, sus músculos,
su corazón, su presión arterial, su respiración y demás funciones se
activaron al máximo para enfrentar la situación. Pero sabiamente,
Lucy escapó e instantes más tarde, se encontraba a salvo y pocos
minutos después había recuperado su tranquilidad y nuevamente en
paz, se dedicó a seguir alimentándose. Ya no existía peligro, por lo
cual ya no había estrés. La situación había provocado una activación
o estrés agudo, pero resuelta la situación, todo había vuelto a la
normalidad
Charlie, en cambio, en los albores del siglo XXI, no sufrió la
amenaza terrible y breve de un tigre que pusiera en peligro su vida.
En su lugar, vivió una tensión menor pero constante. Día tras día,
la tensión a la que se fue sometiendo a partir de las exigencias
laborales, las sociales y su propia demanda interna, fue lesionando
su organismo en forma lenta e implacable. Charlie sufría de estrés,
pero continuo, crónico. El final de Charlie fue súbito, pero la
historia estaba anunciada. Había sufrido tensión y estrés en forma
sostenida en el tiempo. Estrés crónico. El peor.
Lucy se preparó para salvar su existencia, Charlie
para terminar con ella. El sistema de estrés de aquel homínido se
activó cuando fue necesario y en la medida correcta. El hombre de
hoy tiene tendencia a encontrarse con su sistema de estrés en
activación constante, permanente. Esta situación no le permite gozar
de la vida y genera una hipoteca que se paga con salud en el futuro
próximo. Nuestro desafío consiste en usar adecuadamente nuestro
sistema de estrés, encarar un estilo de vida sano, una mecánica
sabia de pensamiento y establecernos una escala de valores y
objetivos apropiados para alcanzar el bienestar y la felicidad.
Resumiendo, podemos decir que una persona está
sometida a una situación de estrés cuando tiene que enfrentar
demandas que sobrepasan sus fuerzas físicas y psíquicas, de manera
tal que percibe dificultades para dar una respuesta efectiva. Esto
desencadena una respuesta de estrés que consiste en un importante
aumento de la activación fisiológica y psicológica que, a su vez, la
prepara para una intensa actividad motora. Estos mecanismos ayudan a
enfrentar mejor la situación y disponen a la persona para actuar en
forma más rápida y vigorosa. Pero, cuando la respuesta de estrés es
demasiado frecuente, intensa o duradera, puede tener repercusiones
negativas, con una amplia gama de manifestaciones orgánicas y
psicológicas.
El estrés es un proceso dinámico de interacción entre
el sujeto y el medio y por lo tanto cada persona responde de manera
diferente a un mismo agente estresante. Un suceso será estresante en
la medida en que una persona lo considere como tal, cualesquiera
sean las características objetivas del mismo. Conflictos psíquicos
individuales o diferencias culturales pueden determinar que un hecho
sea neutro para una persona y que para otra desencadene violentas
respuestas de estrés.
Los sucesos positivos pueden ser tan estresantes como los sucesos
negativos, ya que ambos suponen cambios que exigen adaptarse a
nuevas circunstancias. No obstante, la mayoría de los investigadores
han encontrado que los acontecimientos indeseables o desagradables
indican más consecuencias negativas para la salud que los positivos.
Se
entiende por estrés aquella situación en la cual las demandas
externas (sociales) o las demandas internas (psicológicas)
superan nuestra capacidad de respuesta. Se provoca así una
alarma orgánica que actúa sobre los sistemas nervioso,
cardiovascular, endocrino y/o inmunológico, produciendo un
desequilibrio psicofísico y la posible aparición de la
enfermedad. Sin embargo, podríamos decir que no hay estrés
sino estresados, ya que frente a las circunstancias que
presenta la vida todos reaccionamos de distinto modo. El
estrés puede salvar nuestra vida, como la de Lucy, o matarnos,
como a Charlie. ¿Donde está la diferencia? En saber
controlarlo y usarlo adecuadamente. |
Fuentes de estrés
Dijimos que para cada individuo la fuente que
provocará la cadena de estrés en muy particular y difiere de una
persona a otra, pero podemos consensuar en que los siguientes son
dominios comunes a la mayoría de los seres humanos:
- Sucesos vitales intensos y
extraordinarios:
muerte de un familiar, divorcio, nacimiento de un hijo, enfermedades
o accidentes, mudanza, etc.
-Sucesos diarios de menor intensidad: atascamientos
de tránsito, ruidos, discusiones con compañeros o pareja, etc.
-Situaciones de tensión mantenida: enfermedad
prolongada, mal ambiente laboral, disputas conyugales permanentes,
dificultades económicas sostenidas, etc.
¿Hasta dónde somos capaces de soportar el estrés?
La experiencia de estrés supone que la persona debe
hacer frente a una serie de demandas o peticiones que superan sus
recursos, de manera que se ve incapaz de responder con éxito y
salirse airosa de la situación. Estas demandas pueden realmente
sobrepasar sus capacidades. Pero, en otras ocasiones la demanda no
nos exige tanto y es nuestra propia percepción de la dificultad que
conlleva la situación, la que nos hace responder con un sentimiento
de inseguridad e incapacidad y por lo tanto, con estrés. El estrés
no está determinado simplemente por las circunstancias, sino por la
apreciación que cada uno de nosotros hace de las mismas, sea esta
realista o no.
La capacidad de un individuo para soportar el estrés
tiene un límite. El estrés prolongado provoca cansancio y tensión a
nivel físico y mental y aumenta el riesgo de contraer ciertas
enfermedades, por lo que debe ser considerado como una amenaza para
la salud. Actualmente, se sabe que existen mecanismos concretos, a
través de los cuales, nuestro cuerpo responde a las situaciones de
amenaza. Una vez que la persona ha identificado la señal de peligro,
son tres los sistemas o ejes que se ponen en marcha como reacción al
estrés: el sistema nervioso, el neuroendocrino y el endocrino.
¿Qué sucede en nuestro organismo cuando nos
enfrentamos al estrés?
El punto de unión entre cuerpo y mente, es decir,
entre la corteza cerebral, responsable del pensamiento y el sistema
límbico, donde habitan las emociones y el resto de nuestros órganos
y funciones, es el hipotálamo. Este es el intermediario entre el
director de orquesta (nosotros mismos) y nuestro cuerpo, que
recibiendo instrucciones de los niveles superiores del cerebro
(sistema límbico y corteza cerebral) ejecuta las directivas en todo
nuestro cuerpo. Lo hace a través de dos vías principales: una
nerviosa, que es el sistema nervioso autónomo y la otra hormonal o
endocrina, el sistema de la glándula hipófisis. Funciona como si
fuera una central de trenes desde donde salen todos los carriles que
se dirigen a diferentes destinos.
Nuestra mente (o director de orquesta) actúa sobre
nuestro cuerpo por medio del sistema nervioso autónomo, denominado
así justamente por ser independiente de nuestra voluntad que es el
primero en activarse en cuestión de segundos, una vez identificada
la amenaza. Está dividido en dos porciones: el sistema simpático y
el parasimpático. El simpático produce un estímulo sobre todos
nuestros órganos y funciones liberando energía para prepararnos para
la lucha o huída. Es el responsable de la elevación de la frecuencia
cardíaca (taquicardia), de la presión arterial, la dilatación de los
bronquios, el aumento de la tensión muscular, entre otros efectos.
Este sistema estimula a la médula de las glándulas suprarrenales
liberando adrenalina al torrente sanguíneo. Esta hormona produce
estimulación al llegar a todos los órganos, reforzando así el efecto
del sistema simpático sobre el corazón, los pulmones o el hígado,
por ejemplo. Como dijimos, este es el sistema que nos prepara para
una situación de alarma y es el que salvó a Lucy. El parasimpático,
tiene una función inversa, es decir, inhibe y es ahorrador de
energía. De ese modo disminuye la frecuencia cardíaca, relaja los
músculos en general y produce una situación de paz, clama y
relajación. Cuando no estamos tensos o bajo estrés, ambos sistemas
están en equilibrio.
El sistema neuroendocrino u hormonal tarda más en
dispararse, por lo tanto necesita que las condiciones de amenaza se
presenten de forma prolongada, durante un período de tiempo más
largo. Sin embargo, su acción se mantiene durante más tiempo, lo que
significa que las consecuencias que tendrá sobre el organismo serán
mayores. La glándula hipófisis, que es la glándula maestra del
sistema endocrino, recibe instrucciones del hipotálamo y cuando es
estimulada, libera hormonas que, volcadas al torrente sanguíneo, se
distribuyen por todo nuestro cuerpo, alcanzando a otras glándulas,
las que, a su vez, resultan estimuladas.
Las glándula suprarrenal, alojada a manera de
sombrero sobre ambos riñones, se divide en dos porciones: la médula,
estimulada por el sistema simpático y la corteza. Cuando esta
glándula es estimulada durante la respuesta de estrés, libera unas
sustancias químicas denominadas Catecolaminas (Adrenalina y
Noradrenalina) que ayudan a aumentar y mantener efectos similares a
los descriptos en el sistema simpático. Por otro lado, la hormona
ACTH (Adrenocorticotrofina) cuando actúa sobre la corteza
suprarrenal, libera corticoides, siendo el principal, el cortisol,
que es el responsable de muchas acciones y efectos tardíos del
estrés. Los corticoides liberados disminuyen los procesos
inflamatorios, lo cual es conveniente, pero, como contrapartida,
disminuyen también los linfocitos sanguíneos, lo cual disminuye
nuestras defensas frente a infecciones. Este es un efecto indeseable
del estrés sobre nuestro sistema inmunológico. La descarga hormonal
puede tener efectos muy variados sobre el organismo, como también de
tipo psicológico como la aparición de síntomas depresivos, de
ansiedad o la sensación de miedo y efectos sobre la glándula
tiroides, produciendo alteraciones metabólicas.
Una actividad excesivamente intensa y prolongada del
sistema de estrés puede tener efectos altamente negativos sobre el
aparato cardiovascular desencadenando alteraciones tales como
hipertensión arterial, anginas de pecho, o infarto de miocardio,
colesterol, arritmias cardíacas, taquicardias, migrañas, accidente
cardio-vascular, entre otros. No menos importante son los efectos
aparecidos sobre el aparato gastrointestinal, en especial los
debidos a una mayor absorción intestinal y retención de líquidos,
como también úlceras gástricas, diarreas, constipación, acidez
gástrica, sequedad bucal, etc. En cuanto al sistema inmunológico,
que hoy en día es el foco de atención de numerosas investigaciones,
tiene gran relación con enfermedades psicosomáticas y dio lugar a
una nueva disciplina médica que los relaciona: la
psiconeuroendocrinoinmunología. Una debilitación de las defensas del
organismo origina una mayor facilidad para enfermar y acelerar el
desarrollo de alteraciones inmunológicos como el cáncer o el HIV. El
sistema respiratorio puede presentar alteraciones como:
hiperventilación, alergias, asma, infecciones respiratorias, etc. El
estrés también puede producir mecanismos indeseables como
alteraciones del ciclo menstrual y amenorrea, dificultades sexuales,
infertilidad, alteraciones metabólicas, contracturas musculares
crónicas, como también distorsiones de tipo psicológico como la
aparición de síntomas depresivos, de ansiedad o la sensación de
miedo.
Herramientas de diagnóstico y tratamiento
Las herramientas de diagnóstico y tratamiento abarcan
aquellas de orden médico, de conducta (conductuales) y filosóficas,
entre las que se encuentran las siguientes:
·
Diagnóstico físico y
psicológico del estrés (perfil psicobiológico del estrés)
El estrés puede hoy en día diagnosticarse, es decir,
determinar su presencia, causa e intensidad y también es posible
medir su repercusión física. El perfil psicobiológico del estrés
define nuestra predisposición psicológica y nuestra sensibilidad
física al estrés.
·
Determinar la huella
digital propia.
Es importante reconocer la huella digital del estrés,
que es el conjunto de estresares, signos y síntomas que nos son
propios e individuales, al igual que nuestra huella digital y que no
compartimos con nadie más.
·
Determinar el tipo
reactor físico.
El tipo reactor físico determina la manera en que
nuestro cuerpo reacciona ante el estrés. Los tipos reactores físicos
básicos son el tenso y el calmo. Se entiende por reactor físico
tenso al individuo que presenta respuestas físicas extremas, en la
presión arterial, en un electrocardiograma o en su transpiración, a
test estandarizados de estrés. Este tipo es físicamente muy sensible
al estrés. Debe entenderse que el reactor físico tenso admite
diferentes grados.
·
Manejo de personalidad
autoestresora
Ciertas personalidades, llamadas tipo A o
autoestresoras, que son del tipo de reactor físico tenso son más
propensas a activar la cadena de estrés, a través de una
hiperreactividad e hipersensibilidad.
·
Seguridad en uno mismo
(asertividad) – Relación Intrapersonal
Se entiende por asertividad la seguridad en uno
mismo, esto implica expresar claramente deseos, sentimientos e
intenciones, sin herir ni ofender a los demás y poniendo los límites
adecuados. Aprender a decir que “no” representa el remedio más
directo contra muchas causas de estrés, ya que nutre el autorespecto
y la dignidad de la persona. Hemos aprendido que decir que no es
ofensivo o puede producir el rechazo de los demás y para evitarlo
normalmente vamos en contra de nuestra propia dignidad. Es hora que
aprendamos que la negativa no significa un rechazo a la persona sino
a la realización de algo que no deseamos hacer.
·
Ejercicio físico y
nutrición
La actividad física es la respuesta biológica natural
al estrés. Funciona como una válvula de escape y a eso se debe que
todo tratamiento antiestrés incluya un programa de actividad física.
Por otro lado, la alimentación y el estrés se relacionan
íntimamente. Una alimentación que favorezca el sobrepeso da
nacimiento a enfermedades, dolencias e inconformidad con el propio
esquema corporal. Por otra parte, la alimentación abundante en
grasas, en cantidad o concentrada en una sola comida, genera una
sensación de debilidad y de pérdida de energía. En ambas
circunstancias, se dan las condiciones propicias para la aparición
del estrés y para una posición desventajosa para enfrentar a los
estresares diarios.
·
Técnicas de relajación
neuromuscular
El estrés y la tensión nerviosa provocan aumento del
tono de contracción muscular. Es decir, que el estrés produce
contracturas musculares. Los músculos contracturados envían
información nerviosa al cerebro, lo que provoca aún más tensión. De
este modo se crea un círculo vicioso, en el que el estrés genera
tensión muscular y ésta, a su vez, aumenta el estrés. Las técnicas
de relajación son muy eficaces para lograr sedación, tranquilidad,
paz y armonía. Permiten disminuir los niveles de adrenalina y el
nivel de activación del sistema nerviosos simpático. Así se alcanza
un equilibrio del sistema nervioso autónomo y se normalizan las
funciones orgánicas con un efecto casi inmediato.
·
Técnicas
de respiración y meditación
La práctica adecuada de la respiración abdominal es
una técnica simple y eficaz para producir relajación. La meditación
es una técnica realizable por cualquiera que se lo proponga, no es
una actividad reservada para iluminados o místicos. El principio
funcional de la meditación radica en fijar la atención del
hemisferio izquierdo (lógico-racional) en algo que se denomina
objeto focal. De esta forma, este hemisferio se concentra en él y
permite que el hemisferio derecho (creatividad, intuición, creencias
religiosas, etc) funcione con mayor libertad, y que, figuradamente,
tome el mando.
·
Relaciones
interpersonales
Revisar nuestros vínculos cercanos, sean afectivos,
familiares, sociales o laborales, es un buen paso a determinar si
existen en ellos estresores detonantes que nos lleven a desencadenar
cotidianamente nuestra cadena de estrés. Forjar relaciones que sumen
y no que resten, que nos permitan ser cada día mejor persona es una
vía segura para dejar atrás el estrés producido por relaciones
disfuncionales.
·
Filosofía y estrés,
autoconocimiento y valores personales
En lo que respecta al manejo del estrés, es
imprescindible conocer nuestra escala de valores, ajustar a ella
nuestras actividades y recordar que el adecuado manejo del estrés
depende de diversos recursos, pero la última barrera es, sin duda,
la relacionada con la filosofía personal con la cual cada uno hace
frente a las contingencias de la vida. Por lo tanto, y considerando
los aspectos filosóficos como la frontera final en el manejo del
estrés, recurriremos al breve análisis de un escrito anónimo
encontrado en la iglesia de San Pablo, en Baltimore, en 1963
DESIDERATA
Camina plácido entre el ruido y la prisa y piensa en
la paz que puede haber en el silencio. En tanto te sea posible y sin
rendirte, mantén buenas relaciones con todas las personas, incluso
con el tonto y el ignorante, pues ellos también tienen su propia
historia. Si te comparas con los demás, te volverás vano o amargado,
pues siempre habrá personas más pequeñas y más grandes que tú. Sé tu
mismo. Especialmente, no finjas afectos. Tampoco seas cínico
respecto del amor porque, frente a toda avidez y desencanto, el amor
es perenne como la hierba. Recoge mansamente el consejo de los años,
renunciando graciosamente a las cosas de la juventud. Mantén interés
en tu propia carrera por humilde que sea, pues es un verdadero
tesoro en la cambiante fortuna del tiempo. Nutre tu fuerza
espiritual para que te proteja en la desgracia repentina. Pero no te
angusties con fantasías. Muchos temores nacen de la fatiga y de la
soledad. Junto con una sana disciplina, sé amable contigo mismo. Tú
eres una criatura del universo, no menos que los árboles y las
estrellas; tú tienes derecho a estar aquí. Y, te resulte evidente o
no, sin duda el universo se desenvuelve como debe. Por lo tanto,
mantente en paz con Dios, de cualquier modo que lo concibas; y
cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones, mantén en la ruidosa
confusión, paz con tu alma. Con todas sus farsas, trabajos y sueños
fallidos, éste sigue siendo un mundo hermoso.
Ten cuidado y esfuérzate en ser feliz!
Fuente Bibliográfica:
Estrés, como entenderlo, entenderse y vencerlo, Dr.
Daniel López Rosetti
El Manejo del Estrés – Atilio Raul Puliti
Lic. Ledia Gutiérrez Lanzas - Psicóloga Clínica
Enciclopedia Daxicormédica. |
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