La profunda
revolución provocada por la informática y los mass-media sacude el
mundo desde hace un par de décadas, pero sus enormes efectos se
sienten día por día.
Un nuevo mundo,
tejido por redes de alcance planetario, ya interviene en las
decisiones de todo tipo y rango.
Desde los más altos
logros científicos y técnicos hasta la PC doméstica, el movimiento
que este despertar anuncia no parece detenerse.
La educación no es
ajena y por tanto los educadores están comprometidos al igual que
las políticas de gobierno, los programas y los planes de estudio.
Los alumnos y sus
padres son, al fin, receptores de cambios, o intentos de cambio, que
pocos alcanzan a dimensionar.
Los institutos de
formación docente (dirigentes y conducidos) están en el pico de esa
montaña, tal vez sin saberlo del todo.
Dos perfiles, hasta
hace poco tiempo claros e inconmovibles, han caído o están
resquebrajados y envejecidos: el perfil docente y el perfil del
alumnado de los institutos de formación.
No estoy hablando
de la letra escrita, donde continúan incólumes las pretensiones bien
aceptadas de aquellas facetas del “debe ser” de los futuros
profesores.
Me refiero en
especial a una realidad casi palpable que involucra por igual a
quienes enseñamos y a quienes transitan las aulas y el campo
deportivo de los profesorados de Educación física.
Al mismo paso que otros formadores las
instituciones que pretenden lanzar al ámbito educativo sus egresados
debidamente preparados enfrentan una triple problemática: la
ubicación ambigua y a veces descartable de la educación física en el
contexto mundial; el campo laborar del país, invadido el mercado por
el asalto de numerosos pseudo-profesionales de la educación física y
la ausencia de un perfil potente del futuro profesor impulsado por
modelos “en ejercicio” desde las propias instituciones de formación
Educación Física y
Deportes
Bajo el término
“Sports” encontramos una ampliación globalizada que en Europa y EEUU,
contiene el área de la educación física dentro del ámbito familiar o
escolar, y no se diferencia del ejercicio del deporte, temprano o
maduro y muy técnico.
En América Latina,
la Educación Física configura aún el ámbito de privilegio para
llevar a niños y jóvenes por los caminos pedagógicos a través del
juego y el movimiento, la expresión rítmica, la corporal y el
deporte.
El idílico “fair
play”, ha sido atacado con lamentable éxito por el consumo de
anabólicos y otras drogas en busca de la forma física y el récord, y
por el criterio comercial del espectáculo, entre otros males
menores.
Sin embargo, la
escuela, a través de la educación física que perdura, más o menos
maltrecha en este contexto hostil por falta de presupuesto y de
instalaciones continúa defendiendo valores que, como el “fair play”,
solo se desempolvan a la hora de los Juegos Olímpicos.
Si durante la pre-escolaridad
y los primeros ciclos de la escolaridad básica (para usar la
novísima denominación) la aceptación infantil favorece al trabajo de
profesores y maestros, no pasa lo mismo en los ciclos posteriores.
A nadie escapa que
los adolescentes no adhieren, como hasta hace pocos años, a las
clases de educación física. A menudo el alumno secundario se aburre
en clase.
El adolescente,
sobre todo el adolescente de las ciudades tiene hoy otros intereses
y sin dudas, otras necesidades.
Profesionales o
improvisados cultores de otras ramas que involucran la música, la
danza y otras líneas gimnásticas o deportivas captan el interés de
los más jóvenes, haciéndoles otras propuestas que evidentemente les
resultan más motivadoras que las tradicionales.
No todas las veces,
quienes dirigen estas actividades y gimnasios, aún los equipados con
máquinas han pasado por las aulas de los institutos de formación de
educadores físicos.
La actividad de los
instructores profesores no titulados compite, no obstante, con la de
los egresados de los profesorados de educación física a pesar que
los primeros no han cursado los cuatro azarosos y exigentes años de
la carrera con título oficial.
Más veces de las
deseables, estas personas que suelen tener una escasísima
preparación teórica y docente, y no pocas veces carecen de
elementales nociones de anatomía y fisiología, por ejemplo, captan
el entusiasmo de adolescentes y jóvenes.
Con independencia
de los logros psicomotores, la musculación o la resistencia que los
alumnos persiguen, se hace evidente que estos “profesores” poseen
cualidades de liderazgo y condiciones de dirección grupal que los
hacen atractivos a ellos y a las ejercitaciones que proponen.
Es cierto que
muchísimos casos, mujeres y varones se agitan en clase en pos de una
supuesta mejora de su físico que no llegará. Es cierto también que
existen perjuicios corrientes causados por prácticas inadecuadas,
combinadas a veces con el consumo simultáneo de sustancias
inconvenientes.
La educación física
en serio, debe hallar el rumbo que le permite ingresar en el gusto
de los más jóvenes y poder ejercer con éxito los beneficios
potenciales que propugna. Mientras esto no ocurra, me refiero a un
accionar actualizado, el porvenir de la actividad y de los
profesionales no mejorará sustancialmente. Quedará, una vez más,
librado a las individualidades y no será efecto de una programación
de la política educativa. Con el correr de los años, la
especialización ha avanzado en todos lo órdenes, sin que esto
constituya una ventaja absoluta. Los profesionales de la educación
física, quizás por la tradición enquistada en sus programas ( que
solo son diferentes en un profesorado provincial y un par de
excepciones en Capital Federal) conservan aún ese sentido
totalizador y humanista que también comparten los escasísimos planes
de estudio que difieren del aplicado en nuestro medio.
Nuestro país, como
otros, reclama la renovación de los planes de estudio, que ya no
sirven porque no dan respuesta a las nuevas apetencias de una niñez,
adolescencia y juventud, que tampoco responden a los perfiles
evolutivos teóricos que justificaban y fundamentaban esos programas.
Los mismos alumnos
de los profesorados no se llevan bien, o tan bien como es deseable,
ni con sus directivos, ni con sus profesores, ni con sus planes de
estudio que se quedaron en el tiempo.
Los jóvenes, con
justa razón, no se sienten representados con los perfiles de los
alumnos que muchos institutos pretenden.
Una cuestión es
acatar, disciplinadamente, algunos o muchos ítem de esos perfiles y
otra cuestión muy distinta es sentirse representados.
El perfil del
alumno y del egresado ha muerto en muchos expedientes aún en uso y
en muchos lugares aún se mira hacia otro lado por comodidad o por
ignorancia.
En casos de
excelentes resultados pedagógicos, encontramos idéntica fórmula aún
en disciplinas muy distantes en lo conceptual o lo técnico: ¡el
alumno admira al profesor...el alumno debería ser como su profesor!.
Cuando los
resultados pedagógicos son tan solo un número necesario en un
certificado analítico, la alianza pedagógica ha fracasado y la suma
de estos fracasos, por miles, desvaloriza tanto a los Institutos
como a los docentes y a sus alumnos aunque desde fuera todo aparenta
estar bien.
La producción en
serie de profesores que repiten aprendizajes que han quedado fuera
del tiempo y las necesidades actuales no hace sino apagar la llama
de la educación física que lucha por mantenerse encendida.
Las corrientes
venideras, deberán oxigenar no sólo los planes en ejecución, sino
las promocionadas redes de formación continua. Pero
fundamentalmente, habrán de internarse las reflexiones que cambien
para bien, el espíritu, el eje fundamental, que coloca la Carrera de
Educación Física entre el contexto de la Educación General
cumpliendo una función útil y necesaria.
Las promociones
pasadas han dejado una cantidad importante de docentes que
continuaron sus carreras ampliando el horizonte recibido, y muchos
de ellos habrán investigado y creado dentro de sus cátedras.
La mala costumbre
nacional de no publicar y tantas veces de no escribir, acorta las
posibilidades de compartir y discutir. Por tanto, disminuye la
“chance” de progresar.
Es el tiempo de
tomarse un nuevo trabajo: transmitir lo aprendido en las rutas
personales.
Y es quizás, el
tiempo de tomarse una nueva preocupación: la de insistir a través de
los organismos competentes para que las propuestas renovadoras
tengan cabida en las redes de perfeccionamiento y sus cursos no se
limiten a la repetición de fórmulas ya agotadas o al simple instruir
en las nuevas nomenclaturas sin precisiones conceptuales y difusas
ejercitaciones a la hora de la aplicación de los recursos de la
clase.
Y además, creo,
otro trabajo que por ser de todos no debiera continuar postergado o
disimulado ante la falsa apariencia de que “está todo bien”. Me
refiero a la elaboración, seria y trabajada en común, del nuevo
Perfil del alumno y el egresado, o sea el nuevo perfil del Profesor
de Educación Física. Un perfil real, coherente, significativo. Un
espejo en el que todos, los nuevos y los viejos, nos gusta mirarnos.
Es en este punto
troncal, fundante, sobre el que debe apoyarse en mi opinión ,
cualquier reforma exitosa de la Educación Física de hoy. |