RESUMEN:
El ejercicio físico,
es el pilar de los programas de prevención secundaria y
rehabilitación cardiaca. La mayoría de los pacientes que participan
en dichos programas pertenecen a la fase IIl o comunitaria, en donde
el ejercicio se realiza en el medio extrahospitalario. Por ello, en
esta fase los pacientes deben aprender a manejar y controlar el
ejercicio físico y las situaciones de la vida cotidiana que pudieran
conducirlos al sobreesfuerzo. Esta circunstancia, aumenta el riesgo
miocárdico debido a determinadas respuestas cardiovasculares
desencadenadas por el ejercicio de intensidad elevada como son; la
sobreestimación simpática, el aumento del estrés oxidativo y la
disfunción del sistema inmunológico. Las recomendaciones que los
pacientes deben seguir para que el ejercicio físico sea seguro y
saludable, incluyen modificaciones de la dieta (aumentando la
ingesta de hidratos de carbono complejos y de grasa monoinsaturadas)
y su suplementación con sustancias antioxidantes o inmunomoduladoras
(Phlebodium decumanum). Las condiciones de ejecución apropiadas, y
un programa de ejercicio físico graduado debidamente planificado,
controlado y evaluado que incluya una fase inicial de calentamiento,
seguida de otras de adaptación dinámico aeróbico y muscular,
parecieran ser lo más recomendable para este tipo de pacientes.
Palabras claves:
ejercicio físico, rehabilitación cardiaca, riesgo miocárdico,
sobrestimulación simpática, estrés oxidativo, disfunción inmune,
suplementos nutricionales.
INTRODUCCIÓN
El
ejercicio físico es uno de los pilares centrales de los programas de
rehabilitación cardiaca. Dichos programas se dividen generalmente en
tres fases sucesivas (1), en las que la prescripción del
ejercicio se adecua a la situación clínica y de capacidad física del
paciente:
-
Fase I,
intrahospitalaria, que abarca las primeras semanas de
hospitalización, y cuyo objetivo es iniciar la movilización precoz
de los pacientes para evitar los riesgos del decúbito prolongado,
como la hipotensión ortostática, las atelectasias, y las trombosis
venosas. Por ello, los ejercicios realizados en esta fase entran
dentro de los fisioterápicos, con movilizaciones inicialmente
activas y posteriormente pasivas, junto con sedestación y ambulación
precoses.
-
Fase II,
Intra-extrahospitalaria, durante los primeros meses tras la
hospitalización, con el objetivo de adaptarse a ejercicios de mayor
intensidad y mejorar la capacidad aeróbica del paciente, que aún
requieren monitorización electrocardiográfica durante las sesiones
en dicho periodo.
-
Fase
III, Extrahospitalaria o Comunitaria, a partir del tercer o cuarto
mes y que incluye todo tipo de ejercicios dirigidos a mejorar las
capacidades aeróbicas y anaeróbicas (fuerza muscular), y a reducir
los factores de riesgo coronario.
La
mayor parte de los cardiópatas que se benefician de los programas de
rehabilitación y prevención secundaria, pertenece a la fase III o
comunitaria. Por esta razón, dado el aumento del número de
consultas sobre el ejercicio de estos pacientes durante sus
revisiones cardiológicas, tanto a nivel hospitalario como
ambulatorio, es necesario desarrollar la planificación de las
estrategias que les permitan acceder a una práctica de ejercicio
físico segura y controlada.
Las recomendaciones
de ejercicio para esta población ante el inminente riesgo que éste
puede desencadenar, deben ser muy específicas, concretas y
pormenorizadas, de acuerdo con la patología subyacente y el
nivel de aptitud física en cada caso.
No obstante, hay
suficientes evidencias en la literatura en cuanto a los bajos
riesgos y complicaciones que provoca la práctica del ejercicio en
este tipo de pacientes (2)(3). Sin embargo, no existe la
suficiente información por parte de los diferentes autores sobre la
descripción técnica acabada de estos programas en cuanto a la
utilización de; los diferentes tipos de ejercicios, % de
intensidades, tiempo de duración de los estímulos y frecuencia,
que permitan valorar objetivamente sus efectos.
Para que estos
programas sean significativos y contribuyan efectivamente a
coadyuvar sin poner en riesgo la salud de estos pacientes, el
tratamiento físico debe respetar la rigurosidad científica de la
prescripción del ejercicio tanto en sus etapas de planificación,
control y evaluación.
Su prescripción
tiene como objetivo proponer programas de ejercicios objetivos,
es decir, que sean esfuerzos cuantificables y reproducibles cuyos
estímulos permitan ser valorados y comparados tantas veces como sea
posible, con el fin de determinar la zona funcional de sensibilidad
al entrenamiento para cada individuo.
Un profesional
altamente calificado y especializado debe dirigir, orientar y
supervisar permanentemente estos programas en todas las fases intra-extrahospitalaria
(l, ll, lll), a modo de prevenir los efectos indeseados del
ejercicio cuando éstos no se encuentran diseñados ni dosificados a
las características de cada paciente.
AGRUPACIÓN
DE LOS PACIENTES EN NIVELES DE RIESGO
A base de la
anamnesis, exploración física y pruebas cardiológicas invasivas y no
invasivas realizadas al paciente, se les puede estratificar en bajo,
medio o alto riesgo de complicaciones tras el infarto
(1)(2)(4).
Bajo riesgo
Curso clínico sin
complicaciones. Ausencia de signos de isquemia miocárdica residual.
Capacidad funcional > 7 METS. Fracción de eyección > 50%.
Ausencia de arritmias ventriculares severas.
Riesgo medio
Presencia de angor
de esfuerzo o isquemia a cargas mayores de 5 METS. Fracción
de eyección entre 35-49%. Defectos reversibles con talio.
Riesgo alto
Infarto previo.
Insuficiencia cardiaca. Arritmias ventriculares malignas. Fracción
de eyección < 35% en reposo. Capacidad funcional < 5 METS
con respuesta hipotensiva o depresión del segmento ST > 1 mm.
Depresión del segmento ST > 2 mm a una frecuencia cardiaca
inferior a 135 latidos por minuto. Respuesta hipotensiva al
ejercicio.
IMPORTANCIA DEL EJERCICIO FÍSICO EN LOS CARDIÓPATAS
Antes de desarrollar
las recomendaciones sobre la práctica del ejercicio, el paciente
debe estar concienciado de la importancia de los beneficios que
dicho hábito puede reportarle a su salud, en general, y a su
miocardio, en particular. Por ello, el primer objetivo es aclararles
y transmitirles los efectos del ejercicio sobre los factores de
riesgo coronario y sobre su cardiopatía en concreto.
En pacientes con
cardiopatía isquémica, el entrenamiento físico mejora la
vasodilatación dependiente del endotelio tanto en los vasos
coronarios epicárdicos como en los vasos de resistencia, según los
resultados de una investigación que se publica en The New England
Journal of Medicine (2000). No obstante, a que los estudios
sobre el efecto cardioprotector de entrenamiento físico en pacientes
con cardiopatía isquémica han tenido resultados contradictorios.
EVALUACIÓN
DE LA CAPACIDAD FUNCIONAL
En el paciente con
cardiopatía isquémica el VO2 máx. se reduce según
el grado de limitación que determine la afección miocárdica tras el
infarto agudo de miocardio (2)(5). De todas formas una
capacidad normal de esfuerzo no excluye una importante afección
cardíaca, ya que no debe ignorarse la ausencia de correlación entre
el grado de alteración de la fracción de eyección en reposo y la
capacidad frente al esfuerzo: algunos pacientes con una alteración
muy importante de la fracción de eyección conservan una buena
tolerancia al esfuerzo (2).
Un MET es la
unidad metabólica que representa el consumo de oxígeno promedio en
condiciones basales y equivale al consumo de oxígeno de un individuo
en situación de reposo (3,5 ml/kg/min). Por tanto, 6 METS
es una actividad física que multiplica por seis ese consumo basal.
También se observa
con frecuencia en el informe o en la historia clínica, la capacidad
funcional del paciente expresada en grados l, Il, lll, o IV (5).
Son reflejo de una clasificación de la Sociedad Neoyorquina de
Cardiología, o de la Canadiense.
En el grado I
estarían los pacientes con ausencia de síntomas en su actividad
habitual y equivaldría a poder realizar 7 o más Mets. El
grado ll son pacientes sintomáticos de angina o disnea con
actividad moderada o limitación ligera de su actividad física
(5-6 Mets). El grado lll, síntomas con escasa actividad o
notable limitación de su actividad física (3-4 Mets). Y el
grado IV con síntomas en reposo (1 o 2 Mets).
-
Trastornos ligeros
(grupo I)
La capacidad frente
al esfuerzo es normal (marcha rápida o muy rápida, ascenso de
pendientes, correr, subir escaleras, transportar pesos y realizar
actividades deportivas, incluidas las de competición). El porcentaje
de incapacidad está comprendido entre el 0 y el 5%.
-
Trastornos
moderados (grupo II)
La capacidad de
esfuerzo no es completamente normal, pero el paciente continúa
siendo apto para realizar esfuerzos importantes o relativamente
importantes: marcha rápida, ascenso de una cuesta, subir más de tres
pisos, correr distancias cortas, efectuar actividades deportivas
sencillas, no competitivas (natación, marcha, bicicleta, golf,
etc.). El porcentaje de incapacidad varía entre el 5 y el 15%.
-
Trastornos medios
(grupo III)
La capacidad de
esfuerzo está alterada, pero el paciente sigue siendo apto para
realizar esfuerzos medios. La marcha normal es completamente
factible, y si es rápida aparece ahogo; así mismo, es posible subir
dos pisos, aunque sea imposible correr, realizar actividades
deportivas simples que el paciente pueda adaptar a sus
circunstancias a voluntad (golf, natación, marcha, etc.). El
porcentaje de incapacidad estaría entre el 15 y el 30%.
-
Trastornos
importantes (grupo IV)
La capacidad de
esfuerzo está reducida o muy reducida, aunque el paciente continúa
siendo apto para realizar esfuerzos moderados: al andar debe pararse
si deambula a un ritmo normal en compañía de otra persona, y también
cuando anda en terreno llano a su propio ritmo, al subir escaleras
presenta ahogo antes del segundo piso y le resulta imposible correr,
aunque puede efectuar las labores de casa (ir de compras, cocinar,
limpiar, mantenimiento), excepto aquellas que exigen especial
esfuerzo. El porcentaje de incapacidad oscila entre el 30 y el 60%.
-
Trastornos muy
importantes (grupo V)
La capacidad de
esfuerzo está muy disminuida. Como máximo (porcentaje de incapacidad
cercano al 60%), el paciente puede llevar a cabo por sí sólo los
denominados actos esenciales de la vida diaria, como acostarse y
levantarse de la cama, vestirse y desvestirse, efectuar su higiene
corporal, desplazarse por el interior de la casa, sentarse en una
silla y levantarse de la misma, cortar el pan, servirse bebida,
alimentarse, ir al baño, limpiarse, lo que corresponde a esfuerzos
ligeros. No es capaz de efectuar las actividades domésticas, ni
siquiera las más sencillas (limpiar, ir de compras, cocinar). En un
estadio más de gravedad, el paciente puede realizar por sí sólo, sin
ayuda, el 75, el 50 y el 25% de los actos fundamentales de la vida
diaria, y en los casos más graves es completamente dependiente de su
entorno (paciente encamado permanentemente). El porcentaje de
incapacidad es superior al 60%.
EFECTOS
BENEFICIOSOS DEL EJERCICIO SOBRE LOS FACTORES CORONARIOS
El ejercicio físico
aeróbico provoca adaptaciones físicas y bioquímicas, periféricas y
centrales, por ejemplo aumento de las mitocondrias en el músculo
esquelético entrenado, mejora de la actividad enzimática, mioglobina
y la capilarización (5). El resultado de estas adaptaciones
intermediarias al esfuerzo se expresa en la reducción de la demanda
de oxígeno miocárdica en un nivel submáximo de trabajo.
Los efectos
periféricos se concretan en una disminución de la contractibilidad
miocárdica, una reducción de la frecuencia cardíaca, la prolongación
de la diástole, y la disminución de catecolamina circulantes (2).
Estos factores también reducen la demanda miocárdica de oxígeno.
Las características
del flujo sanguíneo, se mejoran gracias a una disminución en la
resistencia de la membrana eritrocitaria (7). Reduciéndose
además, la agregabilidad y adhesividad de las plaquetas.
En relación al
metabolismo lipídico, disminuyen las lipoproteínas, de baja densidad
y aumentan las de alta densidad contribuyendo a contrarrestar el
proceso ateroesclerótico en conexión con cambios hormonales
(2)(5)(7).
Por lo tanto, el
ejercicio físico controlado actúa:
1.-Sobre el perfil
lipídico:
-
Reducción de la hipercolesterolemia total
-
Reducción de los triglicéridos
-
Reducción de los niveles de LDL-colesterol
-
Aumento de los niveles de HDL- colesterol
2.-Sobre la
presión arterial:
-
Reducción de los niveles de la presión arterial sistólica en reposo
y durante el ejercicio moderado.(Submaximo)
-
Reducción de los niveles de presión arterial diastólica
-
Reducción de la resistencia vascular periférica por el aumento de la
red capilar muscular.
-
Mejora el equilibrio del sistema nervioso autónomo (menor
estimulación simpática)
3.- Sobre la
diabetes:
-
Mejora
el control de la glucemia.
-
Disminuye la hemoglobina glicosilada
-
Aumenta la captación de aminoácidos
-
Mejora
la resistencia a la insulina aumentando la sensibilidad de los
receptores de dicha hormona, mediante una doble vía:
4.- Sobre la
obesidad:
-
Reducción del peso total y del peso graso
-
Aumento del peso magro o muscular
-
Aumentan las enzimas de oxidación
-
Aumenta la dinámica cardíaca
Como ya se ha
mencionado, la prescripción del ejercicio físico, debe ser tanto mas
individualizado y especifico cuanto mayor sea el riesgo
debido a la patología cardiaca subyacente. De otro modo, los
potenciales beneficios de estos programas pueden tornarse en riesgo,
ya que algunas respuestas cardio-circulatorias ante un ejercicio
inadecuado pueden agravar la situación clínica de los pacientes.
En el caso de los
pacientes con insuficiencia cardiaca, el ejercicio es una indicación
clara en las fases I-II, pero dada la baja capacidad física
de los pacientes la intensidad debe ser cuidadosamente prescrita y
monitorizada para evitar el sobreesfuerzo, lo que en estos
pacientes sucede con facilidad (6).
Lo anterior también
es una condición que debe ser considerada en la intervención con los
pacientes de fase III. El ejercicio a intensidad inadecuada produce
tres efectos que aumentan el riesgo de sufrir un mayor daño
miocárdico. La sobreestimación simpática, el aumento del estrés
oxidativo y la disfunción del sistema inmune desencadenada por
el ejercicio de alta intensidad (25).
SOBREESTIMACIÓN SIMPÁTICA
La respuesta del
sistema nervioso simpático ante el ejercicio físico practicado a
distintas intensidades es variable. El ejercicio de intensidad suave
conlleva una baja secreción de catecolamina, coincidiendo con la
activación muscular de las fibras tipo I o de contracción lenta,
cuyo metabolismo es eminentemente oxidativo y aeróbico.
El aumento de la
intensidad del ejercicio hasta un nivel medio-moderado en sujetos
sanos provoca una mayor secreción de catecolamina que al alcanzar el
nivel del 50-75 del consumo máximo de oxigeno experimenta un aumento
exponencial de forma paralela a como lo hacen los niveles de
lactato. Las fibras musculares estimuladas en esta intensidad del
ejercicio son la tipo I, y la tipo IIa de contracción rápida y con
metabolismo aeróbico-anaeróbico (7).
A partir de la
intensidad correspondiente al umbral anaeróbico las fibras
principalmente estimuladas son las tipo IIa y IIb, de contracción
rápida y, en el caso de las fibras IIb, de metabolismo glucolitico.
Dicha estimulación lleva aparejada una alta secreción de
catecolamina que aumenta el riesgo de producción de arritmias
malignas y de cuadros isquemicos por el aumento de la demanda de
oxigeno miocárdico que puede desequilibrar la relación entre las
necesidades y el aporte de oxigeno al miocardio
(8).
El entrenamiento
aeróbico, provoca un aumento de la sensibilidad de los receptores
adrenergicos, reduciendo la necesidad de estímulo catecolamínico
para los ejercicios submáximos. De este modo, el ejercicio consigue
un efecto semejante al de los bloqueadores de los receptores beta,
ya que estos producen un bloqueo farmacológico, y en el caso del
ejercicio una disminución de la secreción de catecolaminas debido a
la mayor sensibilidad de los receptores beta
(8)(9).
ESTRÉS
OXIDATIVO
El ejercicio físico
produce un aumento del consumo de oxígeno, que conlleva un mayor
estrés oxidativo provocado por el incremento en la producción de
radicales libres derivados del oxígeno (10). Por otro lado,
como defensa frente a dicho proceso, el organismo dispone de
mecanismos antioxidativos de protección, tanto enzimáticos (catalasa,
superoxido dismutasa, glutation peroxidasa etc.), como no
enzimáticos (tocoferol, retinol, acidos
ascórbico, etc.).
Numerosos estudios
(10)(11)(12), han demostrado que los ejercicios realizados a
intensidades cercanas o superiores a las del umbral anaeróbico
determinan un aumento del estrés y del daño oxidativo, que supera a
las defensas antioxidantes. Este daño peroxidativo se centra
principalmente en los lípidos de las membranas en las que aumenta su
rigidez, y a nivel mitocondrial reduce la funcionalidad en la cadena
de transporte de electrones, determinando una disminución de la
capacidad de producir energía por la vía aeróbica.
Hallazgos
importantes se han encontrado y han sido reportados por Molina.
E y col. (2002) (13) en un estudio reciente realizado con
animales de experimentación, ratas de raza Wistar-Furth de
seis meses, las que fueron sometidas a un programa crónico de
extenuación física, encontrándose un mayor daño oxidativo por
especies reactivas del oxígeno (ROS) en las membranas
mitocondriales del músculo cardíaco en comparación a otros tejidos,
al evidenciarse en éstos altas concentraciones de los biomarcadores
de peroxidación lipídica.
Sin embargo, en
ejercicios de intensidad inferior a la del umbral anaeróbico se
produce un efecto adaptativo de los sistemas de defensa
antioxidantes, siendo el efecto neto del esfuerzo realizado a estas
intensidades un aumento de la antioxidación sobre el estrés
oxidativo (12). Esto supone que el entrenamiento físico
realizado a intensidades moderadas produce un efecto global
detoxicante frente a los procesos oxidativos.
DISFUNCIÓN INMUNE
En el
sobreentrenamiento y la fatiga crónica existe una disfunción
inmunológica, determinada en parte por el aumento del estrés
oxidativo, que desencadena un aumento de la producción de citoquinas
proinflamatorias, como la IL-1, IL-6 Y TNFα
(13)(14),
cuyo efecto global es un aumento de la hipoxia muscular, con aumento
de las concentraciones de ácido láctico, y en último término un
mayor daño muscular (15). Cuando esta situación se mantiene
en el tiempo, se produce una inmunosupresión que hace más
vulnerable a los deportistas frente a infecciones oportunistas,
dentro de un cuadro de fatiga, mialgias generalizadas, febrícula,
pérdida del apetito, irritabilidad nerviosa y tendencias al
insomnio.
El aumento de los
niveles de citoquinas pro inflamatorias producidos por los
ejercicios anaeróbico, tiene un efecto cardiodepresor potenciando
los procesos de apoptosis miocárdica al sumarse los efectos del
estrés oxidativo a los de los niveles elevados de TNFα.(16)(17)(22).
Sin embargo, cuando
el entrenamiento físico se realiza a intensidades moderadas se
produce una respuesta adaptativa y contraria a la anteriormente
citada, provocándose un incremento de los antagonistas y receptores
solubles de la citoquinas proinflamatoria (18), con el
resultado neto de un efecto anti-inflamatorio.
Por todo ello, el
ejercicio aeróbico es el más indicado para potenciar los efectos
saludables sobre el sistema cardiovascular. Por el contrario el
ejercicio intenso anaeróbico, aumenta el riesgo cardiovascular por
su relación con la sobre estimulación simpática, incremento del
estrés oxidativo y de las citoquinas proinflamatorias que conducen a
una disfunción inmune.
PREVENCIÓN
DE LOS RIESGOS PROVOCADOS POR EL EJERCICIO INTENSO.
Una vez definidos
los efectos beneficiosos del ejercicio aeróbico y los potenciales
riesgos del anaeróbico, es preciso aportar medidas preventivas ante
la imposibilidad, en muchos casos, de controlar con precisión la
intensidad del ejercicio dentro de los programas de entrenamiento
físico.
En la actualidad es
indiscutible que el ejercicio físico unido a otros factores como la
nutrición adecuada, la eliminación del tabaquismo y la obesidad,
influyen positivamente en la calidad de vida. Por lo tanto, si
nuestro propósito es elevar la esperanza de vida de nuestra
población por los beneficios que ésta reporta, el ejercicio físico
debe estar bien planificado, dosificado, orientado y dirigido.
MEDIDAS
DIETÉTICAS
Una dieta rica en
hidratos de carbono complejos (cereales, frutas, legumbres, pan,
arroz, pastas, etc.), cuyo aporte energético suponga al menos el 45%
del total diario, retraza la aparición de la fatiga muscular, e
incluso disminuye el potencial incremento de la citoquinas
proinflamatorias y de cortisol plasmático en ejercicios de mayor
intensidad (23).
Por otro lado, el
consumo prioritario de grasa monoinsaturada (aceite de oliva) eleva
la concentración de ácidos grasos monoinsaturados en las membranas
celulares, disminuyendo su susceptibilidad al daño oxidativo, y
manteniendo así su capacidad de producir energía a nivel
mitocondrial (24). Además, un aporte medido de grasa en la
dieta diaria es importante por su efecto en la mediación
inflamatoria que modulan las respuestas inflamatorias e inmunes.
Una ingesta adecuada
de proteínas permite asegurar una eficiente función del sistema
inmunológico, con efectos particularmente positivos en los
linfocitos T y, evita la degradación proteica tisular,
relacionada con la disminución del contenido proteico corporal
(23).
Además, todas las
consideraciones realizadas, ponen de manifiesto que las
interrelaciones adecuadas entre el metabolismo de los lípidos, de
los carbohidratos y de los prótidos se ven muy favorecidas por el
ejercicio físico aeróbico por lo que éste beneficia indudablemente
el control de los factores de riesgo coronario asociados con
trastornos metabólicos (22)(23)(24) de esta índole y por
tanto de la cardiopatía isquémica per se, todo lo cual se
revierte en la práctica, en una mejoría de la calidad de vida y
repercute de forma positiva en la longevidad de estos pacientes.
SUPLEMENTACIÓN NUTRICIONAL
Dado el origen
potencial del estrés oxidativo al aumentar el consumo de oxigeno
inducido por el ejercicio físico, la suplementación nutricional de
la dieta con sustancias antioxidantes ha sido una de las medidas
ergogénicas mas generalizadas entra el mundo del deporte, y
posteriormente dentro del campo de la medicina clínica.
Sin embargo, son muy
escasos los estudios sobre medidas preventivas de la disfunción
inmune provocada por el ejercicio de alta intensidad. Recientemente
en trabajos llevados a cabo por nuestro grupo de investigación, en
el Centro Andaluz del Deporte (Hospital de S.J De Dios, Granada),
se han demostrado efectos beneficiosos del EXPLY (fracción
hidrosoluble y purificada de un helecho, Phlebodium Decumanum,
cultivado y procesado orgánicamente en monocultivo en el Lago
Yojoa (Honduras), sobre la fatiga y la disfunción inmune en
deportistas sometidos a ejercicios prolongados
(25).
Los efectos del
EXPLY sobre la mejora del rendimiento físico, pueden explicarse
por sus acciones antioxidantes (aumento del tocoferol y CoQ10
plasmáticos) y sobre la regulación de la homeostasis de las
citoquinas pro inflamatorias, a través del bloqueo parcial del
TNFa y la IL-1 incrementando sus receptores solubles (TNFrs)
y antagonistas (IL-1re).
Dichos resultados
coinciden con los obtenidos en estudios in vitro sobre la
actividad del EXPLY (26). De este modo, la regulación de la
disfunción inmune que perpetúa la inflamación e incrementa los
procesos catabólicos, mejora la producción de energía y la capacidad
regenerativa muscular. Por ello, los deportistas que suplementaron
su dieta con EXPLY consiguieron realizar esfuerzos de mayor
intensidad y con una mayor eficacia energética.
Dada la aplicación
del estrés oxidativo y la disfunción inmune en la patofisiología de
muchas de las enfermedades cardiovasculares (Formación de la
placa ateroma, inflamación sistemática en la insuficiencia cardiaca,
apoptosis cardiomiocitaria, etc.) (21)(23)(27), sería de
gran interés realizar estudios sobre inmunomoduladores en la
prevención y regulación de estos procesos en determinadas
cardiopatías.
PROGRAMA
PRÁCTICO DE EJERCICIO FÍSICO EN CARDIÓPATAS
Periodo de
calentamiento
El inicio de la
sesión de trabajo debe ser precedido por ejercicios progresivos de
baja intensidad en aquellos grupos musculares que serán utilizados.
La elevación progresiva de la temperatura corporal disminuye la
viscosidad articular y aumenta la elasticidad muscular, reduciendo
las resistencias y por ello haciendo el ejercicio más eficaz
energéticamente.
Desde el punto de
vista metabólico, el calentamiento aumenta la liberación de ácidos
grasos libres, ahorrando el consumo de glucógeno y retrasando la
aparición de la fatiga muscular (28).
Ejercicio
aeróbico
Durante esta fase
los ejercicios que se recomiendan son los de tipo dinámico y de
contracción isotónica que comprometan grandes masas musculares.
La intensidad del
esfuerzo debe ser baja a moderada alrededor de un 50-60% del consumo
máximo de oxígeno (VO2 max). Dicha intensidad se
puede controlar mediante la Escala de Percepción Subjetiva del
Esfuerzo de Borg o por medio de la Extrapolación del Gasto
Metabólico para una tarea dada, o por la Frecuencia Cardíaca
de Reserva, lo que le permitirá al paciente sentir siempre el
ejercicio como algo agradable y en ningún caso fatigante.
Se exceptúan los
ejercicios de remo y similares, por tener un mayor componente
isométrico, como también de brazos, que pudieran aumentar el riesgo
de elevación de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial y de
la demanda de oxígeno miocárdico.
Los episodios de
esfuerzos deben ser continuos teniendo por objetivo llegar a una
duración ideal igual o mayor a 10 minutos. Para que el
estímulo entrenamiento de esta fase sea significativo se precisa un
volumen total de trabajo entre 10-30 minutos, que pueden
llevarse a cabo de forma continua o a intervalos, dependiendo de la
condición física de los pacientes.
Inicialmente se
aconseja realizar las sesiones de entrenamiento en días alternos
para asimilar el trabajo realizado, y según el mejoramiento de la
capacidad funcional se puede ir acortando el tiempo de recuperación,
hasta hacer el ejercicio a diario.
Los objetivos
cuantitativos del tratamiento físico con sujetos sanos son llegar a
gastar una cantidad igual o mayor a 200 Kcal. por sesión. De
esta forma, dicho esfuerzo repercute efectivamente sobre el sistema
cardiovascular y se logran alcanzar los beneficios adaptativos
esperados e inducidos por el ejercicio
(28).
Adaptación
muscular
Si bien el ejercicio
aeróbico y dinámico es el que aporta más beneficios
cardiovasculares, la reducción del riesgo cardíaco precisa un
aumento del desarrollo muscular, dado que las sobrecargas por falta
de este desarrollo muscular desencadenan contracturas que aumentan
las resistencias periféricas y el riesgo coronario.
El estímulo
necesario para mejorar el desarrollo muscular, debe ser gradualmente
progresivo, comenzando por movilizaciones de cada segmento corporal
sin cargas adicionales, y en varios intervalos de pocas repeticiones
a lo largo del día.
Una vez mejorada la
capacidad muscular, pueden utilizarse otros elementos como bandas
elásticas y mancuernas de poco peso, que sirvan de estímulo para
continuar dicho desarrollo.
Enfriamiento
Progresivo
Al igual que el
inicio, la finalización del ejercicio también debe ser gradual hacia
el enfriamiento, con ejercicios de estiramiento suaves y de
relajación progresiva.
MEDIDAS
HIGIÉNICAS Y AMBIENTALES
Dentro de las
recomendaciones para el ejercicio saludable, no deben excluirse las
relacionadas con las condiciones ambientales. Como también,
recomendar calzado apropiado que disminuya las cargas en las
articulaciones de los miembros inferiores, y reduzca las molestias
relacionadas con los procesos artrósicos.
Uno de los factores
de riesgo más importante relacionado con las disfunciones en estos
pacientes, es el calor alterando las respuestas metabólicas y de FC
ante el ejercicio.
Mientras más
grave es la cardiopatía, el riesgo es más alto de sufrir
disfunciones debidas al calor (30), estos pacientes no deben
ser expuestos a condiciones de temperaturas extremas (31). Su
aclimatación es de menor rapidez en comparación a los menos severos.
La aclimatización en
terreno es posible realizando ejercicio gradual entre 7 y 10 días a
temperatura ambiente permitiendo aumentar la capacidad para sudar,
el sudor aparece a una temperatura corporal más baja y se reduce la
pérdida de sal. Las respuestas de temperatura corporal y FC son más
bajas durante el ejercicio y se reducen las probabilidades de que
haya una reducción de los niveles de sal
(32).
Una hidratación
inadecuada, reduce el ritmo del sudor y aumenta las probabilidades
de que se produzca una lesión a causa del calor (32,33,34).
Por regla general, durante el ejercicio hay que centrarse en reponer
el agua gastada y no las reservas de hidratos, de carbono o sal.
Haciendo ejercicio
a temperaturas ambientales más altas que la temperatura del cuerpo
se produce un aumento del calor corporal por convección o
radiación. Para que la temperatura corporal se mantenga a unos
niveles seguros, debe haber una compensación a través, de la
evaporación del sudor.
Para facilitar la
evaporación, hay que exponer tanta superficie de la piel como sea
posible. Hay que elegir materiales que permitan la evaporación del
sudor; los materiales impermeables al agua aumentan el riesgo de
lesión a causa del calor y, por lo tanto, hay que evitarlos.
La evaporación del
sudor, depende de la pendiente de presión del vapor de agua entre
la piel y el ambiente. En ambientes templados y cálidos, la humedad
relativa es un buen índice de la presión del vapor de agua. Una
humedad relativa baja facilita la evaporación del sudor.
En las épocas en que
el calor y la humedad son intensos, la disminución de la intensidad
del ejercicio aminora la carga de calor, así como la presión sobre
los sistemas fisiológicos que deben hacerle frente.
El viento hace que
la piel se ponga en contacto con más moléculas de aire y puede
influir en la pérdida de calor de dos formas. Si hay un gradiente de
temperatura para la pérdida de calor entre la piel y el aire, el
viento aumentará el ritmo de pérdida de calor por convección. De
forma similar, si el aire puede aceptar humedad, el viento aumenta
el ritmo de evaporación.
RECOMENDACIONES PARA UN PROGRAMA DE EJERCICIO FÍSICO CON
CARDIÓPATAS
En terreno se debe
realizar ejercicio en las horas más frescas del día para evitar el
calor del sol o de las superficies calentadas por éste; Manejar
información relativa a los síntomas de las enfermedades relacionadas
con el calor: calambres, mareos, etc.
Si es necesario un
periodo de aclimatación, se debe aumentar la exposición al calor y a
la humedad de forma gradual en un período de entre 7 y 10 días;
bebiendo agua antes, durante y después del ejercicio, midiendo el
peso corporal de los pacientes todos los días para un buen control
de su hidratación.
De preferencia
recomendar para la práctica del ejercicio pantalones cortos y una
camiseta de algodón, exponiendo al sol tanta piel como sea posible,
pero sin olvidar algún tipo de protección solar para evitar el
cáncer de piel.
Controlar la Presión
Arterial y la FC varias veces durante la actividad y reducir o
aumentar la intensidad del ejercicio para mantener el rango de la
Frecuencia Cardíaca de Entrenamiento (FCE).
Esta última
recomendación sobre la FCE, es la más importante. La FC es un
indicador muy sensible de deshidratación, carga de calor ambiental
y aclimatización. La variación de cualquiera de estos factores
puede modificar la respuesta de FC ante cualquier ejercicio
submáximo fijo. Por lo tanto, es importante que a los pacientes se
les controle su FC de forma regular y gradúen su ritmo para
mantenerse en el rango de FCE.
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