Si nos remitimos a la
definición de violencia como la aplicación de métodos fuera de lo
natural a personas o cosas para vencer su resistencia, llevaría a
hablar de abuso de autoridad en el que alguien cree tener poder por
sobre otro. Generalmente se da en las relaciones asimétricas, el
hombre por sobre la mujer o el padre por sobre el hijo, para ejercer
el control. Si bien, la más común es la violencia física,
manifestada a través de golpes, que dejan marcas en el cuerpo, hay
otro tipo de violencia que muchas veces es más hostil que la
primera, es la violencia emocional plasmada a través de
desvalorizaciones, amenazas, críticas que funcionan como mandato
cultural en algunas familias o grupos sociales.
Los niveles de violencia en el deporte, o al menos en el entorno,
alcanzados en los últimos tiempos merece un análisis histórico. Los
más antiguos documentos relacionados al tema, se remontan a los
griegos. El pancracio, un combate gimnástico, similar a la lucha
libre actual, era una de las competiciones más populares de los
juegos olímpicos. Leontiskos de Mesena,
conquistador de la corona olímpica en el siglo V A.C.,obtuvo sus
victorias fracturándoles los dedos a sus adversarios. Arrachion de
Figaglia, vencedor olímpico en el pancracio, fue estrangulado cuando
intentaba obtener su tercera corona, aunque fue declarado triunfador
y coronado su cadáver porque su adversario había abandonado la lucha
por exceso de dolor cuando le habían roto los dedos. El pancracio de
los efebos de Esparta era el más butal, los combatientes luchaban
con uñas y dientes, literalmente, se mordían y se arrancaban los
ojos.
El boxeo también era habitual y dependía de la fuerza física
de los competidores. Las categorías dependían de la edad: jóvenes o
adultos, no por peso, como en la actualidad. No peleaban sólo con
puños, sino que podían usar las piernas. Se vendaban las manos con
cuero de tal manera de poder estirar los dedos y clavar las uñas en
la cara y en el cuerpo del adversario. El boxeo griego era
considerado más que un juego mortal, era un entrenamiento para la
guerra. Filostrato señala que el pancracio fue de gran utilidad en
la batalla de Maratón.
Norbert Elías , en “Deporte y violencia” señala que si un hombre
resultaba muerto durante una competición era sacralizado como
vencedor y el superviviente no era castigado, salvo con la pérdida
de la corona, aunque no recibía ningún castigo social.
Durante la Edad media, las fiestas estaban acompañadas por juegos de
pelota bastante violentos entre ciudades o corporaciones rivales.
Con la revolución industrial y la entrada de los deportes entre
las actividades regulares en las horas de ocio se produce un impulso
para el desarrollo de éstos, especialmente en la época victoriana de
Inglaterra. Desde este país se han difundido, especialmente, a
partir del siglo XIX, la carrera de caballos, el atletismo, el
boxeo, la lucha libre, el remo, el tennis y, especialmente, el
fútbol (soccer), deporte adoptado por los distintos países y que ha
ganado popularidad en los últimos años.
Ante los hechos violentos vividos a diario, específicamente
relacionados con los clásicos de fútbol, lleva a cuestionar cuál es
el rol de cada uno en la sociedad. Y la respuesta a este planteo
comenzaría a aparecer cuando se toma conciencia acerca de la función
de las instituciones sociales. La familia, la escuela, el club,
entre otras tantas a las que concurre el niño y el adolescente
deberán comenzar a replantearse su rol social.
Si estamos en contacto con jóvenes podemos notar que éstos han
cambiado: las chicas ya no son tan “femeninas” como antes y además,
actúan en banda como antes lo hacían los varones. El “lo arreglamos
a la salida” ya no es propio del discurso de los hombres. Las
discusiones están a la orden del día; la cuestión principal es hacer
valer lo propio como único elemento válido. Este individualismo,
este “sálvese quién pueda” no es más que el reflejo de la sociedad
que mostramos los adultos y los más jóvenes no hacen más que
reproducir el modelo que ven y viven a diario.
La escuela y la violencia
Ahora bien qué hacer desde la escuela para solucionar el problema
o, al menos, poder intentarlo. Creo que la salida no está en poner
un detector de metales en la puerta de cada institución, como
esbozaron algunos. Deberíamos ir un poco más allá de la cuestión.
Para ello, se torna necesario resignificar la realidad y pensar,
un nuevo concepto de familia, y sociedad. El devenir diario con sus
urgencias, que de ningún modo dejan de ser importantes, ha quitado
la posibilidad de tomar conciencia de la necesidad de nuevos
planteos. Por qué no hacer uso de estos tiempos críticos para
compartirlos con los chicos y reflexionar acerca de costumbres,
normas, rituales. Los padres tienen la tarea indelegable de hacerse
cargo de la educación de sus hijos, por qué no aprovechar la mesa
familiar, por ejemplo, como espacio para la transmisión de valores,
resolución de situaciones o simplemente el relato de algún
acontecimiento cotidiano.
Ahora bien, frente al hecho consumado o a los indicios que a
diario se presentan en la escuela es indispensable trabajar con
otros profesionales desde la interdisciplina, ya que el docente no
es capaz de todo. Psicólogos, médicos, Psicopodagogos, entre otros,
podrán aportar su mirada para buscar respuestas en conjunto.
Como instituciones sociales, la escuela y la familia, tendrán que
estar atentas frente a los cuestionamientos de los jóvenes,
acompañarlos en la construcción de proyectos y, por sobretodo,
marcar límites, sancionar, pero no desde la agresividad, sino por el
contrario, desde el diálogo, desde el consenso, desde la toma de
conciencia del rol de cada uno en la sociedad. Porque en nombre de
la libertad se ha dejado solos y se ha llegado a la fragmentación
social.
Y así como para entender la violencia en la Grecia Antigua,
tenemos que remontarnos a las relaciones entre las ciudades –
Estado, para comprender la violencia en el deporte, debemos pensar
qué sociedad tenemos. Si bien hoy hay mayor sensibilidad frente a la
violencia física, nada podrá ser comprendido aisladamente. Al igual
que el trabajo, la ciencia u otros objetos de la sociología, el
deporte es un manifestación representativa de las sociedades
contemporáneas, y analizar estas formas particulares que se
presentan en la vida cotidiana ayudará a mejorar la calidad de vida.
Es una tarea ardua, pero son nuestros propios hijos los que están en
juego.
Carina Cabo de Donnet
Pedagoga- Prof. en Filosofía y Pedagogía
www.carinacabo.com.ar |