Las
consecuencias que la crisis económica Argentina está dejando en los
niños es definitivamente, nefasta. Nuestras criaturas miran azoradas
como sus padres se empobrecen y se angustian, se desequilibran y se
desorientan, se estresan y se enferman.
No
comprenden, no pueden comprender, por qué casi repentinamente en sus
vidas todo cambió, por qué no pueden obtener el juguete o la
golosina que siempre disfrutaron, por qué la comida ya no es tan
rica ni tan abundante como era, por qué no pueden seguir
concurriendo al jardín o al colegio que les gustaba y por qué papá y
mamá, están siempre tensos y de mal humor y cada día les prestan
menos atención.
Para los niños no hay
respuesta posible – quizá para los adultos tampoco – que justifique
este desconcertante estado de vida, e incapaces de procesar estos
terribles cambios, somatizan sus tensiones, desembocando en cuadros
clínicos agudos, como lo atestiguan los médicos que diariamente ven
aumentada la cantidad de pequeños pacientes en los hospitales
infanto-juveniles, los educadores con los cambios de conducta,
desinterés al estudio y los asistentes sociales en el marcado
aumento de la adicción, especialmente con el consumo de marihuana.
De una manera alarmante, las
conductas de los niños presentan alteraciones que para los padres
son inexplicables y angustiantes, porque ven a sus hijos comportarse
de un modo anormal que está totalmente fuera de las pautas
educacionales que les dieron – aun cuando éstas fuesen precarias –
adoptando incluso, actitudes y reacciones compulsivas y violentas.
Las estadísticas médicas no
mienten cuando muestran un aumento significativo de las consultas
por niños con desbordes emocionales, trastornos de ansiedad, crisis
de angustia y crisis de excitación psicomotriz en chicos muy
pequeños que no aceptan límites, que repentinamente se tiran al piso
y patalean como poseídos, desconcertando a sus padres y agregándoles
un pesar adicional a los que ya acumulan, por obra y gracia de la
crisis que se abate sobre todos nosotros.
Por otra parte, los
adolescentes – como es natural - también se ven seriamente afectados
y, al desconcierto y rebeldía que son normales para esa edad,
agregan crisis de pánico, violencia desmedida, desprecio por la vida
propia y ajena, inclinación a las adiciones y sexualidad precoz, con
su secuela de riesgos de contagios de enfermedades transmisibles y
de embarazos de adolescentes casi niñas.
Lo más preocupante es
comprobar que los niños asisten al derrumbe social y moral de sus
padres, quienes se encuentran inmersos en los avatares de una crisis
que no pueden controlar, víctimas del desempleo y la expulsión de la
sociedad productiva, agobiados por las deudas y la violencia
generalizada y sin saber como salir, ni como avizorar un futuro, sin
medir que preocupados por construir el futuro de sus hijos los están
matando en el presente..
Para los niños el soporte de
sus padres es fundamental, ya que ellos siempre han sido su ejemplo
y su referencia, por lo que ver a sus padres endebles y temerosos,
les provoca reacciones de desamparo, inseguridad y temor.
Así se están criando nuestros
hijos en la actualidad, y esto no se refiere específicamente a las
clases socioeconómicamente más bajas, ni a los grupos sociales
marginales, sino prácticamente, a todo el tejido social.
Un ejemplo clásico es el del
industrial de clase media alta, que se vio obligado a cerrar su
fábrica, despedir a sus obreros, asumió deudas comerciales que hoy
no puede afrontar, quiebra y se derrumba, luego de una vida entera
de dedicación a construir la futura seguridad de los suyos.
En la familia de este
industrial argentino, elegido como ejemplo (leading case), en
pocos años todo cambió, de la creciente prosperidad, se pasó a la
amenazante bancarrota. Ya no pueden sumir los gastos de un lujoso
country, los autos importados y los largos viajes al exterior. La
vida social con sus pares, que están en una situación similar, se
resiente y los afectados se aíslan.
Aumentan el mal humor y las
tensiones intra familiares, los reproches y los desencuentros. De la
prospera holgura se pasó a restringir el contenido de la heladera.
Y allí, presenciándolo todo,
sufriéndolo todo, están los niños, que en el caso que hemos elegido,
ya no podrán seguir estudiando en colegios privados bilingües, no
dispondrán de los juguetes electrónicos a los que estaban
acostumbrados, no encontrarán respuestas favorables a sus demandas
de solaz y diversión, y sobre todo, experimentarán la sensación de
que el mundo se les vino abajo y que entre tantas pérdidas, también
están perdiendo la dedicación y el amor de sus padres.
Recuerden
que estamos ejemplificando el caso de una familia acomodada de la
clase media superior, ahora piensen en una familia de condición
humilde, cuyo padre era obrero y fue despedido de su trabajo, hemos
podido observar en los piquetes o cortes de rutas, criaturas de
corta edad acompañando a sus padres.
Entonces el panorama es
angustiante. Y recuerden que allí también están los niños – que
siempre son más numerosos que en los sectores sociales con más poder
adquisitivo – que lo presencian todo, lo sufren todo.
Y la gran pregunta es: si los
niños de hoy están angustiados ¿qué podemos esperar de los adultos
que serán mañana? La posible respuesta es ensombrecedora: Si no
contamos con niños sanos e inteligentes hoy, no esperemos contar con
adultos sanos e inteligentes en el futuro. Ampliando este tema
llegaron a mi mesa de trabajo datos de investigaciones recientes,
donde casos de presos de alta peligrosidad asociados con problemas
serios de nutrición en la franja 0 – 3 años.
El estado esta tratando de
palear esta situación, pero ante tanta diversidad de situaciones no
llega prácticamente a nada, como respuesta institucional orgánica,
se podrían mencionar algunas acciones de Municipios puntuales, pero
como plan estratégico global de alcance Nacional estamos sin
horizontes definidos y consensuados, y sí se hace mucho, muchísimo
por la buena voluntad y el espíritu de servicio de los profesionales
médicos y terapeutas que, por unas monedas, que a veces ni siquiera
son monedas de curso legal, ponen todo su esfuerzo para colocar un
pequeño tapón a un dique que se desborda. ¿Qué están haciendo las
instituciones privadas, las intermedias y las ONG? ( organizaciones
no gubernamentales). Muchos análisis, muchas teorías y casi nada en
la práctica, salvo contados casos puntuales que se pierden ante la
gran demanda o mejor dicho necesidad y crisis social.
Quizá por falta de recursos –
¿cuando no? - o por lo intempestivo y galopante del problema, o
porque no tienen a mano una posible solución para aplicar.
Ante esta terrible realidad,
la sociedad debe reaccionar y crear autodefensas, tal como un
organismo infectado. Todos deberían aportar su creatividad y su
esfuerzo para revertir la situación, sin banderías ni mezquindades.
Es de destacar lo sucedido con las inundaciones en la Pcia. De Santa
Fe, la verdadera fuerza solidaria nacional e internacional demostró
que aun se puede.
Hoy los argentinos estamos en
el inicio de una nueva etapa, nuestro nuevo presidente tendrá un
gran desafió, pero es indudable que solo no podrá, esta es parte de
nuestra historia, en un país rico, no permitimos la continuidad, no
damos el apoyo libre de banderías políticas, pero en esta ocasión,
estoy convencido que tenemos una de las últimas oportunidades de
frenar esta intempestiva caída al subdesarrollo y al abandono
social.
¿Qué podemos hacer nosotros,
los profesionales de la educación física, el deporte y la
recreación?. Yo creo – y lo creo sinceramente – que mucho. Podemos
hacer mucho, precisamente ocupando los espacios que esta endemoniada
crisis genera o deja al descubierto.
Desde ya que no tenemos una
solución integral para la crisis económica-social – Dios sabe cuando
desearíamos tenerla – pero es nuestra obligación acercar nuestro
aporte posible y pertinente, que con una aplicación cuidadosa,
basada en las experiencias e investigaciones internacionales para
los niños y los adolescentes, puede resultar muy eficaz.
Y propongo que nosotros, los
profesionales de la educación física, el deporte y la recreación,
tomemos la iniciativa organizando una campaña nacional – de acción,
no de discursos – para paliar, desde nuestros específicos
conocimientos la triste situación que hasta aquí he descrito,
nuestro desafió será sin dudas convertirnos en agentes de salud.
Todos sabemos que cuando
estamos tristes, angustiados o deprimidos, una buena válvula de
escape es divertirnos, entretenernos y, aun sin muchas ganas,
obligarnos a cambiar de ánimo haciendo algo tan simple como salir a
caminar o encontrarse con un amigo a conversar y si se puede un
lindo picado de fútbol.
Darnos la oportunidad de
echar un cable a tierra, de tomarnos, aunque sea por un par de
horas, auto-vacaciones del problema que nos aflige y, con la cabeza
más despejada, enfrentarlo mejor.
Una posible alternativa, una
forma de solucionar – aunque sea en parte – el angustioso problema
de los niños afectados por esta tremenda crisis, es volverlos a los
juegos, inducirlos y reorientarlos hacia la actividad primigenia y
básica de todos los seres humanos. Al juego, ese elemento formador
de mente, cuerpo y conexión social. Ese mundo maravilloso de
imaginación y solaz que atesoran los niños y que no se puede
reemplazar por nada. Ese entrenamiento placentero para hacerlos
adultos eficientes en el mañana.
Todos los especialistas del
mundo coinciden en que el juego – la actitud lúdica – es una parte
indispensable del desarrollo humano, que comenzando en los primeros
años de la infancia, no se debería abandonar durante el resto de la
vida.
Los niños juegan
espontáneamente, como una parte natural de sus conductas, juegan aun
durante situaciones muy
extremas y dolorosas como la guerra, por ejemplo. Los niños
necesitan jugar, quieren jugar y disfrutan jugando.
El juego los retorna a su
verdadero mundo interior, el de la imaginación y de las ilusiones,
los preserva del agresivo ambiente exterior y, sin aislarlos, los
rodea de una atmósfera protectora, que neutraliza, al menos por un
tiempo, las angustias, las tensiones y los miedos que el
comportamiento de los adultos, hoy tan alterado, les puedan
infundir.
Nosotros, los profesionales
del mundo de los juegos sabemos mucho sobre esto, y creo que llegó
la hora de que pongamos nuestro talento al servicio de la comunidad.
Y nada mejor que brindar ese servicio a través de los niños, en
busca de un doble propósito:
Primero, aliviar la angustiosa
confusión de los niños y segundo, aliviar la estresante sensación de
impotencia de los padres para mantener a sus hijos sanos y felices.
Es posible que esta parezca
una contribución pequeña, pero estoy convencido de que si todos
juntos no proponemos llevar adelante este plan, la contribución
resultará sorprendentemente grande.
Para ello debemos ocupar todos
los espacios físicos que nuestro entorno nos permita: parques,
plazas, edificios públicos, colegios, escuelas, bibliotecas, cines,
teatros, locales comerciales o galpones, pueden ser la sede básica
donde se reciba a los niños y se les induzca a jugar creativa y
alegremente durante algunas horas. Bajo la atenta vigilancia de los
profesionales, que deberán contenerlos, alentarlos y proporcionarles
las ideas y los elementos básicos para el propósito que se busca. Se
trata de aportar a la creatividad y transmitirles seguridad.
Este plan que, aunque masivo
no exige grandes inversiones, dado que opera sobre lo ya existente,
si requiere del apoyo imprescindible de la prensa, que con un par de
notas en las revistas y diarios principales y alguna aparición en
televisión, producirá una convocatoria masiva, base del éxito del
proyecto.
Y, por supuesto, también
requiere del apoyo de las autoridades de la nación, la ciudad de
Buenos Aires o las provincias.
Algún día la crisis actual
habrá pasado y ya no será necesario asistir a los niños con juegos
cooperativos, juegos inclusivos para el, sus pares y porqué no para
su familia toda, inducidos para calmar sus angustias. Pero el juego
subsistirá, inducido o no, porque así es el designio natural de la
vida, es mas en un mundo amenazado por el sedentarismo, será cada
día mas necesario.
Los niños jugarán,
simplemente porque son niños, jugarán por que les gusta...
simplemente, ¡jugarán por jugar!
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