Cualquier
circunstancia humana puede verse impregnada de un determinado nivel
de ansiedad. Las situaciones de competición deportiva, donde el
resultado obtenido y las consecuencias que se derivan del mismo,
pueden determinar el presente y el futuro como profesional del
deporte (contratos, valoración social, continuidad, autoestima
etc.), generan en el organismo estados de ansiedad que es preciso
controlar. La mayoría de deportistas y técnicos, cuando se tienen
que enfrentar a una competición, sienten en mayor o menor grado un
estado de nerviosismo, que puede aparecer incluso días antes de la
propia competición, y que, influye en el rendimiento deportivo.
En deporte tan ansiógeno puede ser un éxito como una derrota, es
decir, una situación positiva como una negativa, pues ambas provocan
cambios en el sujeto que le obligan a movilizar sus procesos
adaptativos y equilibradores; aunque, al igual que otras situaciones
de la vida, las experiencias aversivas generan más ansiedad. La
ansiedad en la actividad deportiva es particularmente amplia por el
hecho de que aquí, la persona posee un antecedente considerable de
carga física y neuropsíquica en las sesiones de entrenamiento y
competición, estando constantemente sometido a la actuación de las
más variadas influencias interpersonales y ambientales (Straub,
1978). Pero con independencia del sentido positivo o negativo que
pueda tener un determinado estímulo, existen algunas situaciones
características que contribuyen a convertir un estímulo en ansiógeno;
entre ellas tenemos:
Los cambios en la situación habitual. Es frecuente en la práctica
deportiva que haya cambios en las rutinas, en los planes de
entrenamiento, en los materiales, en los lugares de competición; que
representan en sí mismos una amenaza.
Información insuficiente o errónea. Se producen ocasiones en las que
los datos sobre la actividad deportiva y los elementos que la rodean
(horarios, alineación, viajes, premios) suponen un obstáculo en el
estado emocional idóneo de la persona.
Sobrecarga en los canales de procesamiento, donde el deportista no
puede manejar e integrar toda la información que le llega como son
la responsabilidad dentro del equipo, los contratos, la repercusión
social del evento deportivo.
Importancia del evento. En general, cuanto más importante es un
evento deportivo, más ansiedad provoca. La repercusión social,
económica o personal, representan indicadores de la trascendencia
que pueda tener el resultado de la competición.
Incertidumbre. El resultado, nuestra actuación, la del rival, las
decisiones arbitrales, las condiciones climatológicas, el público,
..., representan componentes en el sistema de probabilidades hacia
el control de las situaciones. En esencia, el deporte tiende a que
la competitividad entre adversarios posea un grado de incertidumbre
respecto del resultado.
Inminencia del estímulo. La proximidad de la competición puede
convertir esa situación en estímulo aversivo; los pensamientos
negativos, la inseguridad o la tensión son manifestaciones que
aumentan a medida que se acerca la competición.
Falta de habilidad para controlar la situación. No disponer de
recursos suficientes para enfrentarse a una situación de
competición, suele representar un estado de ansiedad.
Duración de la situación. Si una situación que provoca ansiedad se
prolonga en el tiempo (temporada muy intensa, concentraciones,
períodos cortos de recuperación), afectará al rendimiento de la
persona.
La ansiedad rasgo. Constituye un factor de personalidad que
predispone a una persona a considerar la competición y la evaluación
social como más o menos amenazadora. Una persona con un niel elevado
de ansiedad rasgo, percibe la competición como más amenazadora,
provocando más ansiedad que en otra cuyo nivel en dicho rasgo sea
menor.
Autoestima. Está relacionada con la percepción de amenaza y con los
recursos disponibles para enfrentarse a la situación.
Ansiedad y rendimiento deportivo.
Un alto grado de ansiedad se ha considerado como un elemento
interferente sobre el rendimiento deportivo, aunque sea necesario
que exista en un nivel adecuado. Siguiendo los trabajos de Williams
(1991), se considera que un estado de ansiedad elevado puede causar
reacciones como miedo, enfado, irritabilidad, preocupación o
culpabilidad; este estado se identifica con una serie de síntomas
físicos y psicológicos, entre los que estarían:
Síntomas fisiológicos, como son la aceleración de la tasa cardíaca,
incremento de la presión sanguínea, aumento de la tensión muscular,
dificultades respiratorias, sudoración, sequedad en la boca.
Síntomas psicológicos en los momentos previos a la competición,
donde surge desconfianza, pensamientos negativos, inflexibilidad,
preocupación, dificultades de atención, acentuación de conflictos
personales, disminución en la capacidad de procesamiento de la
información, problemas en la toma de decisiones.
Síntomas psicológicos en los días anteriores a la competición, donde
aparecen alteraciones en el pensamiento (como poner en duda la
efectividad del entrenamiento o la capacidad de los deportistas),
disminución del autocontrol, fatiga, insomnio, dificultades para el
control de la tensión, preocupación, irritabilidad, distracción.
Esta sintomatología genera efectos negativos sobre el rendimiento
deportivo, en especial sobre la capacidad de toma de decisiones,
cuya influencia es determinante en una actividad donde se deben
decidir alternativas de acción en breves instantes de tiempo (por
ejemplo, lanzar un penalti, realizar el cambio de un jugador,
modificar la estrategia de juego, etc.). Se han realizado diversos
estudios para determinar aquellas respuestas fisiológicas,
relacionadas con la ansiedad, que son relevantes en el rendimiento
deportivo (medido en tiempo de reacción ante estímulos visuales y
auditivos); los resultados (Soriano, 1999) muestran cómo los
deportistas con ansiedad-rasgo alta obtienen tiempos de reacción
superiores a los sujetos con ansiedad-rasgo baja; además, los
niveles de los sujetos más ansiosos en las respuestas fisiológicas
son más irregulares y variables.
El síndrome de ansiedad precompetitiva es una de las causas que
afectan al rendimiento deportivo; su control por parte del sujeto
aparece como uno de los pilares más importantes sobre el que se
asienta el estado ideal de rendimiento deportivo en las
competiciones. En muchas situaciones, en igualdad de condiciones
objetivas, la percepción de una mayor o menor controlabilidad de la
situación por parte del individuo puede influir en el rendimiento,
lo que muestra que, para reducir la ansiedad, es importante reducir
el significado de amenaza y aumentar la sensación de controlabilidad.
La situación de ansiedad competitiva puede incidir en que el
deportista perciba el momento de la competición como algo
amenazante, lo que se manifiesta en respuestas cognitivas,
fisiológicas y motoras susceptibles de ser evaluadas y analizadas.
Existen muchas fuentes específicas de ansiedad dentro del deporte;
la competición en sí misma representa una situación elicitadora de
ansiedad, puesto que:
La actividad deportiva se ve sometida a múltiples evaluaciones y
opiniones, y en este análisis se incluyen los ámbitos físico,
técnico, táctico y psicológico.
Existen muchos factores externos que pueden influir en la propia
actividad deportiva (p.e. climatología, decisiones arbitrales,
lesiones, sorteo) y que no pueden ser controlados en su totalidad en
la preparación de la competición.
El criterio de valoración de la actuación deportiva se produce,
frecuentemente, en función de los resultados.
Existe una confrontación entre rivales (dependiendo de la modalidad
deportiva) donde la victoria de uno supone la derrota del otro.
Resulta el momento decisivo donde, en un breve período de tiempo,
debe exponer un trabajo de preparación en el que ha invertido muchas
horas de dedicación.
Constituyen situaciones de amenaza sobre el dominio de la actividad,
que generan respuestas emocionales.
Los niveles de presión varían en los períodos antes, durante y
después de una situación tensionante; la proximidad de un evento
tensionante ejerce influencia sobre el individuo, siendo el contacto
real con la situación lo que hace que los niveles de ansiedad
disminuyan. El grado en el que la competición aumenta o disminuye la
ansiedad varía según la tarea; así, los eventos que implican fuerza
y resistencia física (p.e. fútbol, natación) tienen más probabilidad
de disipar la ansiedad cuando se inicia la actividad que las
modalidades deportivas donde se requiere precisión e incertidumbre (p.e.
tiro con arco, saltos de trampolín), cuya tendencia se dirige a
aumentar la tensión a medida que la competición avanza.
Según Cratty (1983), para comprobar la influencia de la ansiedad en
la ejecución deportiva, se deben considerar los siguientes aspectos:
El estado de excitación emocional del individuo, al mismo tiempo que
sus aptitudes físicas y necesidades psicológicas.
La información sobre la naturaleza objetiva de la tensión.
Lo más importante: la interpretación que el individuo establece
sobre la ansiedad y los sentimientos asociados.
La posibilidad de utilizar medidas fisiológicas.
Los requisistos necesarios para una óptima ejecución.
Evaluación de la ansiedad en el deporte.
El autor que mayor repercusión ha tenido en el desarrollo conceptual
del término ansiedad competitiva es Martens (1975). En su obra se
aprecia la influencia de la Teoría de Ansiedad Estado-Rasgo (Spielberger,
1966) y la Teoría de la Evaluación Social (Pettigrew, 1967). Para el
autor el carácter definitorio de una situación de competición, en
relación con otras situaciones comparables, es que la persona, está
en condiciones de evaluar la ejecución y conoce los criterios de
comparación.
Los elementos del Proceso Competitivo de Martens (1977) incluyen:
Situación competitiva objetiva, es decir, la presencia de un
oponente.
Situación competitiva subjetiva.
Motivación.
Importancia de la situación competitiva.
Evaluación, por parte del sujeto, de la situación y de los recursos
o estrategias de afrontamiento.
Encontramos una gran similitud entre el modelo teórico de Martens y
la teoría del Estrés de Lazarus y Folkman (1986), en la que los
factores personales (creencias, compromisos y recursos) influyen en
la evaluación cognitiva y, por consiguiente, determinan las
reacciones emocionales y estrategias de afrontamiento que posee el
individuo y que serán la base para evaluar los resultados. No
obstante y como señalan estos dos autores, los factores personales
no son suficientes para explicar el proceso de evaluación cognitiva,
puesto que actúan de forma independiente respecto de los factores
situacionales para determinar el grado de amenaza o desafío de la
situación.
Sarason y Mandler (1952) son los autores que introducen el concepto
de ansiedad de prueba o evaluación, que hace referencia a la
tendencia o disposición a emitir respuestas interferentes,
autocentradas cuando el sujeto es expuesto a condiciones o
situaciones evaluativas. Respecto de la medida de la ansiedad de
prueba, el primer instrumento que se desarrolló fue el Test Anxiety
Questionnaire (Sarason y Mandler, 1952), donde se plantean una serie
de cuestiones relativas a las actitudes hacia las situaciones de
prueba y a las reacciones emocionales experimentadas en tales
situaciones. Otros instrumentos utilizados han sido el Test Anxiety
Scale (TAS) (Sarason, 1958) y el Achievement Anxiety Test (AAT) (Alpert
y Haber, 1960).
Martens (1977) define la Ansiedad-Rasgo Competitiva como una
tendencia a percibir las situaciones competitivas como amenazantes y
responder a éstas con sentimientos de aprensión o tensión. La
reactividad emocional, manifestada en la preocupación y en la
activación fisiológica, adquiere enorme importancia por cuanto puede
influir sobre la concentración mental y el control neuromuscular, y,
en consecuencia, afectar al rendimiento deportivo. Con el fin de
operativizar el rasgo de ansiedad competitiva, construyó el Sport
Competition Anxiety Test (SCAT) (Martens, 1977), que es uno de los
instrumentos más utilizados en Psicología del Deporte.
La Ansiedad-Estado Competitiva fue definida por este autor como un
estado emocional inmediato, caracterizado por sentimientos de
aprensión y tensión asociados a la activación del organismo (en
concreto el S.N.A. y el S.N.S.) que se produce en situaciones de
competición (Martens, 1977). Por lo tanto, el estado de ansiedad
tiene dos componentes: el estado cognitivo de ansiedad, o
preocupación por el posible fracaso y las consecuencias aversivas
derivables, que se manifiesta con pensamientos negativos,
intranquilidad, sensaciones de inseguridad y duda, expectativas
negativas y pérdida de concentración. El otro componente es el
estado somático de ansiedad, o elevación en el nivel de activación
de las funciones fisiológicas (ritmo cardíaco, respiración, tensión
muscular, etc.), que produce nerviosismo y tensión. Para el estudio
del estado de ansiedad se construyó el Competitive State Anxiety
Inventory-1 (CSAI-1) (Martens, 1977) y el Competitive State Anxiety
Inventory-2 (CSAI-2) (Martens, Burton, Vealey, Bump y Smith; 1990).
En este cuestionario, además de los componentes cognitivo y
somático, se identifica un tercer componente en la ansiedad estado,
la autoconfianza, conceptualmente similar al de autoeficacia
percibida tratada como la convicción de que uno puede llevar a cabo
exitosamente la conducta necesaria para producir resultados, y que
se manifiesta por la falta de confianza en las posibilidades y en
los recursos propios para afrontar situaciones. En el contexto
deportivo, se considera que la ansiedad somática es una respuesta
condicionada a estímulos ambientales asociados con la competición;
mientras que la ansiedad cognitiva estaría relacionada con la
habilidad percibida y las expectativas de éxito.
La aparición del cuestionario de ansiedad-estado ante la competición
CSAI-2 ha permitido un progreso fundamental en los conocimientos
acerca de la ansiedad en la competición deportiva. La relativa
independencia de los tres componentes (cognitivo, somático y
autoconfianza), puesta de manifiesto por su diferente pauta de
evolución temporal y su relación con distintos factores
desencadenantes, resulta importante para el diagnóstico diferencial
de la ansiedad y la obtención de perfiles de respuesta
característicos de cada sujeto. Desde la teoría multidimensional de
la ansiedad, se predice que los tres componentes no siguen las
mismas pautas de cambio durante el período previo a la competición (Martens
y cols., 1990). La utilización de este instrumento de evaluación
puede ayudar la aplicación de técnicas de reducción de la ansiedad
de forma individualizada y eficaz, en función del predominio de los
distintos componentes de la misma, lo que a su vez podría influir en
la mejora del rendimiento de los deportistas (Krane y cols., 1992;
Jones y cols., 1993; Jodra, 1999).
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