SITUACIÓN PRIMERA
Un joven atleta se
encuentra en la pista de atletismo entrenando para el próximo evento
en el que va a participar. El trabajo de hoy consiste en realizar
series de 1000 m. a un ritmo de 3’20” cada una, lo que equivale a
recorrer cada 200 m. en 40”, de modo que sus referencias de paso
deberían ser:
200
m.
à
40”
400 m.
à
1’20”
600 m.
à
2’
800 m.
à
2’ 40”
1000 m.
à
3’20”.
El entrenador
considera que, teniendo en cuenta el momento de la temporada en la
que se encuentra su pupilo, la cercanía de la competición, el
trabajo acumulado, y el momento de forma del atleta, es la sesión
idónea para realizar este trabajo que le servirá además como test
pre competición. El atleta comienza a correr y realiza las dos
primeras series a 3’18” y 3’21” respectivamente, márgenes de -2” y
+1” que entran en los planes del entrenador.
En los primeros
metros de la tercera de las series el entrenador observa que su
atleta tiene bastantes fuerzas y está motivado en su trabajo,
entusiasmo que le lleva a pasar por la referencia del 600 m. a
1’53”, siete segundos por debajo del tiempo estimado. Cuando el
joven atleta se acerca a los 625 m., lugar donde está situado su
entrenador, aún no ha corregido su elevado ritmo de carrera, y éste
le realiza dos indicaciones. En primer lugar mueve ambas manos de
arriba abajo de forma simultánea con las palmas mirando al suelo; en
segundo lugar coloca su dedo índice sobre el reloj que tiene en su
muñeca izquierda. El atleta ha comprendido el mensaje, comprueba su
reloj y calcula los segundos que lleva de adelanto en esta serie,
acomodando así su ritmo a uno más “tranquilo”, tal y como le indicó
su entrenador con el primer gesto.
Haber llegado a los
1000 m. en 3’10” o 3’12” en vez de en 3’20” podía haber terminado
con el trabajo previsto para esta sesión al agotar una gran parte de
las reservas del atleta.
SITUACIÓN SEGUNDA
Hemos asistido a un
partido de fútbol entre dos equipos juveniles de dos colegios. El
colegio Santo Cristo juega en casa y va ganando al C.P. La Libertad
por dos goles a uno (2 – 1), además tiene la posesión del balón en
su zona defensiva. Quedan cinco minutos de la segunda parte y el
entrenador del C.P. La Libertad sale del banquillo y silba con su
boca para llamar la atención de sus jugadores Cuando estos miran, él
traza una línea imaginaria con su mano que atraviesa a los
delanteros, y a continuación mueve la palma de su mano de atrás
hacia delante, en dirección a la portería contraria.
Tras la indicación
del entrenador los delanteros avanzan sus posiciones y presionan a
los defensores para intentar robarles el balón y marcar el gol del
empate.
Seguro que al lector
se le vienen a la mente decenas de situaciones parecidas a éstas que
ha vivido directamente durante la práctica u observación de alguna
actividad física. A pesar de eso rara vez nos paramos a pensar en la
importancia de los gestos o palabras que utilizamos al darles
instrucciones a nuestros alumnos o a nuestros pupilos sobre un
ejercicio que deben ejecutar con el fin de ayudarles a mejorar su
actuación. Lo mismo ocurre cuando les estamos ofreciendo los
resultados de una evaluación después de haber realizado dicho
ejercicio.
Como veremos a
continuación mediante un ejemplo práctico, la utilización de
“claves” (gestos y palabras preferentemente, aunque también pueden
ser sonidos o información kinestésica), tiene grandes beneficios en
diferentes campos de la enseñanza: organización, control,
evaluación, tiempo de actividad…
¿Qué son
las claves y para qué sirven?
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