VIOLENCIA INFANTIL
Lic. Oscar Incarbone
oincarbo@hotmail.com
Una triste historia
Hablar de violencia infantil es referirse a un tema doloroso, es hablar
de una lacra de la humanidad que – a pesar de innumerables esfuerzos,
propósitos y programas - no pudo ser erradicada. Una lacra aun peor que
las pestes y las epidemias que luego de más de 5000 años de civilización
y más de 2000 años de la era cristiana, sigue aquí, en la tierra,
aferrada y creciente. Una desgracia originada y mantenida exclusivamente
por los seres humanos, lo que nos hace dudar de la validez de la palabra
humanidad.
Lo cierto es que, desde que el mundo es
mundo, a los niños – como a las mujeres – les tocó la peor parte, ya que
el concepto de niñez protegida es realmente muy reciente.
La historia nos muestra que la niñez,
desde siempre, fue avasallada y sus derechos conculcados o ignorados,
temas que a veces desde la actividad física el deporte y la recreación,
se ven como lejanos.
La lista de padecimientos que les fueron
y aun les son infligidos a los niños es interminable, además de ser
cruel y escabrosa y cuantas veces pasa cerca nuestro la posibilidad de
ayudar y no nos damos cuenta.
Desinterés y abandono, miseria e
ignorancia colaboraron para sostener este estado de cosas, además de
pautas culturales permisivas o decididamente crueles, por lo menos
vistas desde nuestro punto de vista latinoamericano con fuerte raíz
europea.
Es bueno puntualizar ahora éste, nuestro
particular enfoque argentino, porque las pautas de cultura en materia de
política infantil son sumamente distintas si nos referimos a razas o
religiones diversas, y esto es válido aun dentro de nuestro continente
americano puesto que, por ejemplo, no se considera de la misma forma a
la niñez en la Argentina que en el Brasil.
Para bien o para mal - muchas veces para
mal - cada país del mundo adopta y sostiene su particular visión sobre
la infancia y por correlación, sobre la violencia infantil.
Sin pretender presentar un catálogo de
miserias y crueldades humanas, doloroso y escatológico, creo que es
necesario recordar, al menos, algunos de los hitos que la humanidad le
ha impuesto a la niñez.
La actitud de la humanidad respecto de
la protección o desprotección de la niñez ha sido absolutamente
pendular, y ha ido y aun sigue yendo desde la protección total que
ofrecen los países escandinavos, hasta el abandono y la esclavización
que imponen algunos países africanos.
En Inglaterra, cuna de la mayoría de los
derechos humanos, los menores son civil y penalmente imputables a partir
de los 10 años.
Y esto tomó estado público a nivel
mundial cuando hace poco tiempo, dos menores de 10 años, secuestraron en
un shopping a un niño de 2 años, y luego de torturarlo con extremo
sadismo, le quitaron la vida. Los niños asesinos fueron condenados
judicialmente como si fuesen adultos y además recibieron la repulsa
social de los ciudadanos, quienes aun hoy se oponen a la libertad
condicional con que los victimarios fueron beneficiados.
En Brasil por otra parte, los niños, a
partir de los 8 años de edad son considerados trabajadores legales y
realizan aportes para su futura jubilación.
Al otro lado del mundo, en la India, los
niños en verdaderas hordas, mendigan por las calles y literalmente viven
a la intemperie en tanto que las familias más indigentes llegan a
mutilar a uno de sus hijos, generalmente el menor, para que se arrastre,
provoque más compasión y obtenga mayores limosnas.
En Etiopía, la desastrosa miseria hace
que los niños mueran de inanición por miles, cada día.
Todos hemos visto con horror, en la
televisión, a esos niños flaquísimos, casi esqueléticos, con sus
vientres hinchados por el hambre y sus ojos enormemente abiertos al
espanto y la desesperanza.
Y también todos recordaremos esa
impresionante escena – ahora un clásico del periodismo – que mostraba a
una niña vietnamita corriendo desnuda, para huir de su casa que volaba
por los aires durante un bombardeo.
Y por casa ¿como andamos?. En la
Argentina, mi patria, las cosas no llegan a tales extremos, pero la
situación de abandono, mendicidad y delincuencia infantil,
lamentablemente está en franco crecimiento. Y esto a pesar de los
esfuerzos – reales o declamados – de las autoridades de turno, a lo
largo de varias décadas.
Aquí también la política fue pendular.
En un extremo del arco del péndulo podemos recordar al plan “los únicos
privilegiados son los niños” que impuso el entonces presidente Perón,
quien ubicaba a los niños – por lo menos en teoría - como primera
prioridad nacional.
En el otro lado del péndulo podemos
considerar la lamentable realidad actual, con padres que no se ocupan de
sus hijos, con deficientes planes educativos, con insuficientes o
inexistentes proyectos de contención, con creciente mendicidad,
drogadicción, violencia y delincuencia.
UN PENOSO CAMBIO DE
PANORAMA
En la
última década aparecieron en Buenos Aires - una de las metrópolis más
importantes del mundo - los llamados “chicos de la calle” (llegado al
extremo de ser alquilados por sus padres a terceros), que todos los días
y a cualquier hora, podemos encontrar en las calles y en los medios de
transporte público, en tanto que hasta ahora no se conocen planes
oficiales eficientes para solucionar este problema.
Según los estudios y las estadísticas que existen en el mundo, es
precisamente a partir de los “niños de la calle” que aumentan la
delincuencia y la criminalidad infantil.
En los Estados Unidos – país del que generalmente se supone que está
exento de estos problemas – la delincuencia infantil en niños por debajo
de los 17 años, aumentó casi quince veces en tan sólo cuatro años, entre
1993 y 1997.
Y en casi toda Latinoamérica la
prostitución infantil y la drogadicción bajaron su umbral de iniciación,
que ahora oscila entre los 8 y 10 años de edad.
LOS NIÑOS: ¿ANGELES O
DEMONIOS?
Aquí también la historia nos enseña que los niños fueron víctimas de
diferentes creencias culturales, religiosas o sectarias. Todos hemos
visto la idealización pictórica que nos muestra a regordetes querubines
con alitas, revoloteando en torno de imágenes religiosas cristianas,
mientras que en el otro extremo, muchas de las sectas religiosas
occidentales consideran a los niños –cuanto más inocentes mejor – como
portadores del demonio y los someten a violentas prácticas exorcistas, a
veces con sacrificio de sus vidas.
Pero fuera de estos casos extremos, los pedagogos, psicólogos y
sociólogos se siguen preguntando si, en realidad, los niños – en estado
puro y sin in influencias externas – son realmente inocentes. Lo que nos
lleva una vez más a considerar judicialmente si los niños son o no son
imputables, y si su supuesta inocencia natural, los hace incapaces para
cometer delitos.
Como ya hemos visto, cada país y cada grupo cultural sostiene sus
propias ideas sobre el tema y, por ahora, es impensable pretender una
unificación global.
Cuando se produjo el terrible hecho del asesinato de un pequeño en
Inglaterra que ya hemos comentado, buena parte de la opinión publica,
avalada por los psicólogos de todo el mundo, atribuyó la criminalidad de
los niños asesinos a la influencia del entorno de
abundancia y de permisividad, sumadas al acceso incontrolado a los
medios masivos de comunicación – más específicamente a la televisión y
al cine – con su aporte cotidiano de ejemplos de violencia.
Esta teoría fue global y tácitamente aceptada, lo cual virtualmente
liberó a los niños delincuentes de toda culpabilidad porque “ellos no
sabían lo que hacían y la culpa la tuvo su entorno” y también liberó al
mundo occidental de la pesada carga de tener que condenar a niños de
corta edad, aunque tan sólo fuese moralmente.
Hubo consenso general en que los asesinos no sólo deberían ser
ininputables sino que, en realidad, eran “criaturas inocentes”.
Pero poco tiempo después, en un remoto pueblecito de un país
latinoamericano distante miles de kilómetros de la ultracivilizada y
tradicional Inglaterra, se producía otro atroz hecho de violencia
protagonizado por un niño.
Las crónicas policiales relatan que, en la comarca de Saguapete, a unos
10 kilómetros de la ciudad de Boaco en Nicaragua, un niño de tan sólo 10
años asesinó a machetazos a otros dos niños, un varón de 10 años y una
nena de tan sólo 4.
El hecho de que este terrible episodio haya acontecido en una remota
comarca rural, donde no existe la influencia externa del cine ni de la
televisión, donde se suponía que la niñez estaba preservada de la
perniciosa subcultura de la violencia que aflige al sector urbano,
obliga a repensar la supuesta inocencia de los niños y estudiarla bajo
nuevos contextos.
Por supuesto yo no tengo las soluciones psicológica y jurídica de estos
casos – de hecho hasta ahora nadie las tiene – me limito a enunciar los
hechos, dejando a las convicciones de cada lector su propia opinión, y
entre todos pensar en como desde nuestra dimensión real, al menos
colaborar en la difusión de esta realidad para buscar al menos, sus
atenuantes.
Y una opinión generalizada es que los niños creen que la violencia es
la forma de solucionar sus conflictos, así como en un jueguito
electrónico, donde a los enemigos se los hace estallar o se los parte en
dos.
Nosotros debemos ser conscientes de que permitir o alentar que los niños
crean esto es infligirles un daño muy profundo, quizá el peor que se le
pueda infligir a un menor.
Pero no debemos ser ingenuos, sabemos bien que el afán de lucrodomina a
la mayoría de la humanidad y que la violencia y el sexo precoz son un
fuerte atractivo para ganar mercados.
Como ya comenté anteriormente, en Buenos Aires y sus alrededores ha
aumentado considerablemente el número de menores cuasi mendigos, los que
se ocupan de tareas como vender baratijas, abrir puertas de taxis o
limpiar parabrisas de automóviles en los semáforos y, últimamente, los
que tocan algún instrumento musical para obtener una moneda. Esto
significa un cambio negativo, una involución social con futuro incierto
y peligroso.
También podemos preguntarnos ¿adonde van a parar las monedas que los
niños recogen?
Y la desoladora respuesta será: mayoritariamente a los bolillos de los
adultos que los inducen, controlan y explotan, y en una proporción
menor, a costear las propias adicciones infantiles como las drogas y los
pegamentos inhalantes.
¿QUÉ
HACEN LAS AUTORIDADES AL RESPECTO?
Veinticuatro horas antes de escribir estas líneas en la ciudad de Lanús
- por ejemplo – una de las más populosas del cordón urbano del Gran
Buenos Aires, su intendente trató la problemática de la delincuencia
juvenil en su marco legal y social, con legisladores, profesionales del
área y autoridades policiales, y en fragmento de su disertación, el
funcionario dijo textualmente “en la década del 50 no existía la
delincuencia juvenil, hoy el tema es muy grave.
El pueblo está enfermo y los jóvenes miran a los mayores preguntándoles
¿qué mundo les dejamos?. Es por eso que todos, con la mayor
responsabilidad, debemos estudiar las soluciones para revertir este
problema social, debemos aportar soluciones realistas que
tienen que ver con la educación y el trabajo, herramientas
indispensables para consolidar un futuro próspero”.
Como en el caso relatado, el gobierno, las iglesias, las instituciones
intermedias no gubernamentales y muchísimos voluntarios individuales se
están esforzando para hallar soluciones para el flagelo de la violencia
infantil y – justo es reconocerlo – a aveces lo hacen en forma casi
heroica, como es el caso de los comedores infantiles solidarios, que se
sostienen casi sin recursos económicos.
Todo esto es muy loable, pero, evidentemente no alcanza. Hay que sumar
más, mucho más.
LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA INFANTIL
Como todos bien sabemos, las causas de este estado actual de
cosas son diversas y las responsabilidades tienden a diluirse entre
múltiples causalidades concurrentes.
Tan sólo para que sirvan de ordenado recordatorio, repasaremos ahora
las más mencionadas, sin que ello signifique que sean necesariamente
legítimas o resulten más menos influyentes
1)
La pobreza estructural.
Con hogares y barrios marginales donde los niños se crían casi solos,
sin atención o amparo individual, prácticamente en las calles y
expuestos, desde muy pequeños, a todo tipo de influencias perversas.
2)
La alimentación deficiente.
Producto de la pobreza o del abandono, los niños mal alimentados no
desarrollan plenamente sus capacidades intelectuales y son más proclives
a adoptar hábitos delincuenciales, además de contraer numerosas
enfermedades.
3)
La impiedad de los adultos.
Quienes guiados por mezquinas ambiciones o por conductas perversas
someten a los niños sexualmente o los explotan laboralmente
convirtiéndolos en los nuevos sostenes de sus hogares. Los castigan, los
abandonan y los inducen a delinquir e incluso a matar, aprovechando
tenebrosamente su calidad de penalmente ininputables.
4)
La violencia intrafamiliar.
Atribuye gran parte del comportamiento violento o delictivo del niño a
la influencia directa que recibió de un hogar desavenido o
desestructurado, en el que han imperado el desacuerdo, la grosería y la
violencia entre sus componentes. Generalmente con padres golpeadores o
alcohólicos que viven en condiciones precarias
5)
El abandono.
“Antes los padres se ocupaban mas de sus hijos” es una frase que surge
constantemente cuando se investiga la violencia infantil. Y esto es
cierto, o al menos, parcialmente cierto. En la actualidad se comprueba
una nueva modalidad de abandono de los niños que no necesariamente tiene
que ver con el desinterés o la falta de afecto, sino que se vincula con
la necesidad de ambos padres de trabajar fuera del hogar, dejando a sus
chicos solos y a su merced durante la mayor parte del día.
Y también se deberá considerar ese otro abandono, voluntario y deseado,
que los padres justifican diciendo que sus hijos “deben hacer su propia
experiencia”, que se les debe otorgar libertad de decisión y no coartar
sus libertades.
6)
La influencia de los medios de comunicación masiva.
Uno de los temas más polémicos a escala mundial, es el límite entre la
libertad de prensa y la responsabilidad del medio que concreta cada
publicación.
La mayoría de las opiniones coincide en que los medios deben proteger a
la niñez, absteniéndose de exhibir escenas de violencia extrema o de
sexo explícito, por lo menos dentro de los horarios en que se supone que
los menores están mayoritariamente presentes, porque los medios de
comunicación al promover la pornografía y la violencia, naturalizan un
proceso peligroso al convertir a la morbosidad en una necesidad. Con sus
imágenes violentas y pornográficas violan el derecho a la dignidad
infantil convirtiendo en normal una práctica que debería ser
patológica.
FELIZ FIN DE SEMANA
¿Para quienes? ¡Naturalmente que debería ser para todos!. Todos
tendríamos que poder disfrutar del descanso y el esparcimiento del fin
de semana, aun aquellos que no trabajan.
Pero la realidad de las estadísticas en los Estados Unidos –
razonablemente aplicables también a nuestros propios países – indica que
los fines de semana son funestos para los niños, porque durante esos
lapsos aumenta considerablemente la violencia intrafamiliar por la
presencia de los adultos que no concurren a sus trabajos habituales, y
sobre todo, por el brutal aumento del consumo de alcohol y drogas.
LOS DERECHOS DE LA
NIÑEZ
Las principales causas de violencia infantil que hemos mencionado,
juntas o separadas, han originado, como consecuencia, una conculcación
de los derechos sociales de la niñez, por lo que creo que ahora seria
bueno recordar cuales son esos derechos básicos.
-
·
El derecho a la vida.
-
·
El derecho a la protección especial.
-
·
El derecho al acceso irrestricto a la educación.
-
·
El derecho al acceso a los bienes culturales (incluyendo
el deporte y la recreación).
Y también habrá que ajustar los mecanismos de la justicia, ya que según
lo demuestran las estadísticas latinoamericanas, el 85% de los delitos
de violencia ejercidos sobre menores queda impune.
A todo esto podríamos preguntarnos ¿hasta que edad un niño es
considerado un niño?, ya hemos visto que las costumbres y las leyes del
mundo son totalmente divergentes, pero parece lógico y de buen sentido
común asumir que un niño es tal, hasta tanto pueda valerse por si mismo,
decidir solo, cuidarse y pedir ayuda cuando la necesite.
NUESTRO APORTE
¿Qué podemos hacer nosotros los profesionales de la actividad física, el
deporte y la recreación para contribuir a solucionar el gravísimo
problema de la delincuencia infantil?.
Yo creo que bastante.
Podríamos por ejemplo, organizarnos para rescatar a los chicos de la
calle y a las víctimas infantiles de los fines de semana de su martirio.
Y contenerlos, instruirlos, distraerlos y divertirlos o simplemente
darles un espacios para ellos.
Nosotros disponemos de algunos atractivos que para la mayoría de los
niños son irresistibles.
Que niño no quiere practicar deportes, o simplemente jugar......